Por: Carlos Mira
Luego de las elecciones de ayer en varios distritos del país, pueden sacarse varias conclusiones interesantes.
En Córdoba, por ejemplo, llamó la atención cómo el candidato Juan Schiaretti se proclamaba ganador con el 1,30 % de las mesas escrutadas y cómo la mayoría de los candidatos a presidente y la señora de Kirchner se apuraban a llamarlo para felicitarlo, como si su caudal de votos fuera una especie de tesoro político nacional que pudiera llevarse el que llegara primero con la felicitación.
En comparativa, dicho sea de paso, hubo un contraste notable entre el sistema de boleta impresa y el de boleta electrónica: mientras en la capital a las 9 de la noche todo estaba terminado, en Córdoba casi ni había empezado.
Los temores que parte de los porteños y parte del país habían demostrado con la operación de las máquinas impresoras se diluyó en menos de una hora, cuando quienes votaban se convencían de la simpleza y la rapidez del funcionamiento. Si uno lo piensa retrospectivamente, resulta hasta medio patético el miedo que se le tenía a la máquina.
Otra curiosidad ocurrió en La Rioja, en donde el kirchnerismo festejaba junto a lo más rancio del menemismo noventista. Allí, Scioli se abrazaba con los laderos de Menem, al tiempo que se llenaba la boca hablando de Zannini: La Biblia y el calefón.
La contracara, claro está, de aquello a lo que la oposición empezaba a dar lugar a partir de hoy en la ciudad de Buenos Aires, con vistas a las elecciones nacionales de presidente.
En ese ruedo, Maurico Macri, Enresto Sanz y Elisa Carrió cerraron un acuerdo general para competir en un mismo espacio -Cambiemos- en las elecciones primarias. Pero Sanz y Carrió sostienen a Losteau en la capital. Una verdadera paradoja.
Macri deberá gastar parte de su esfuerzo presidencial en una segunda vuelta porteña para sostener a su candidato Rodríguez Larreta, porque, obviamente, si perdiera la jefatura de gobierno, le provocaría una debacle a nivel nacional. A su vez, Losteau, ganando o perdiendo la ciudad, debería votar a Macri para presidente si el actual jefe de gobierno triunfara en la interna de Cambiemos y el hoy candidato de ECO obedeciera políticamente a los jefes de los partidos mayoritarios que conforman su sector.
Losteau ha dicho, cuando veladamente se le criticó no bajarse de la segunda vuelta, que ECO “no tiene jefes”. Y es muy posible que el exministro de Cristina no solo lo crea así, sino que esté convencido de que el jefe es él.
Visto desde ese ángulo, lo que sigue sucediendo en la Argentina es la demostración más cabal de la pulverización del sistema de partidos tal como lo conocimos hasta 2001 y su reemplazo por un sistema de personas que utilizan las antiguas plataformas de los partidos para disputar el poder.
Y cuando de poder se trata, no hay dudas de que el peronismo (y las “personas” del peronismo) llevan una inocultable ventaja: el peronismo fue un partido del poder y hoy sus hombres son hombres del poder. Les interesan muy poco las formas y los escrúpulos: si Zannini tiene que andar a los abrazos con Menem, pues andará. Lo importante es conservar el poder para ellos y no dilapidarlo en luchas que beneficien a terceros.
Esa lógica está bien lejos de lo que ahora plantea la segunda vuelta de Buenos Aires. Losteau significa un problema para el candidato con mayores chances de enfrentar a Scioli en el desafío presidencial. La búsqueda de votos para Rodríguez Larreta significará un esfuerzo físico, un enfrentamiento dialéctico y la toma de unas posturas públicas que van a desgastar a ese espacio político que, a nivel nacional, se supone que está unido.
Mientras, el peronismo mirará el espectáculo con una sonrisa maliciosa. Hasta debe haber hoy personajes felices por el hecho de que Recalde no haya llegado al balotaje: esa polarización hubiera beneficiado a Macri en el orden nacional, porque una segunda vuelta entre el PRO y el presidente de Aerolíneas hubiera sido una catástrofe de votos para el kirchnerismo.
Va a resultar muy interesante ver cómo se manejan los referentes políticos de la UCR y de la CC frente a esta situación. Ellos saben que Macri es el candidato de sus PASO que lleva las de ganar. Macri será entonces “su” candidato a presidente. ¿Cómo se supone que se interpreta el hecho de complicarle la vida en su propio distrito, a punto tal de llegar a infligirle un daño irreparable a su candidatura?
¿Será que Sanz y Carrió creen que si gana Losteau, ellos estarán en el lugar de ganadores de las PASO de Cambiemos? No se sabe. Lo único cierto es que el peronismo por sí o por las torpezas de los demás siempre tiene un plus en su eterno romance con el poder. No pierde el tiempo y es completamente grosero y descarnado cuando se presenta a la sociedad como una máquina a la que solo le importa ganar para retener el mando.
La “pureza” de la oposición discutiendo teoricidades muy correctas, pero completamente inútiles a la hora de llegar al gobierno, está a punto de convertirse en un combustible extra para su extraordinario afán por querer seguir aferrado al sillón de las decisiones y -muchas veces- de la impunidad.