Por: Christian Joanidis
Todos creemos que el día que el actual gobierno ceda el mando al nuevo podremos respirar aliviados, pensamos que llegará ese “por fin se terminó”; sin embargo, será en ese preciso instante en donde todo comenzará.
Este gobierno ha tenido, hay que reconocerlo, una increíble capacidad para contener a todos los estamentos sociales, dándoles al menos algo de lo que necesitan (o quieren) para aplacarlos y serenarlos. Durante estos once años ha sabido negociar con todo el mundo oportunamente, ha abierto de a un frente por vez y ha sabido fustigar con todas sus fuerzas ese frente. Y con esa habilidad ha logrado navegar diversas tormentas y seguramente llegará intacto para entregar el mando a su sucesor. Más allá de las discrepancias que yo tenga con el kirchnerismo, debo reconocerle este gran mérito. Y a raíz de esto no puedo evitar preguntarme si quien venga después tendrá esta capacidad de surcar tormentas.
El kirchnerismo ha sido sobre todo la construcción de un mito y a fuerza de mitos se ha abierto paso con militantes rentados y, para sorpresa de muchos, con genuinos convencidos de que ésta fue una década ganada. Detrás del mito, todo hay que decirlo, se ha ocultado la destrucción de la República y el aniquilamiento sistemático de las instituciones. Con mucha inquina hemos llamado al mito “relato”, pero la verdad es que no es más que mito. Será falso, se habrá creado con intenciones poco claras, pero sigue siendo un mito. Porque el kirchnerismo ha llevado a la Argentina por el camino de la autodestrucción y todos sabemos que para forzar a un pueblo a suicidarse es necesario proveer a las personas con una fuerte inspiración. La misma que hace falta para sacarlas de la miseria, como aquel “sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor”. Pero hoy el panorama político, cooptado por los operadores, no tiene figuras que inspiren. ¿Podrá el próximo gobierno subsistir sin el mito? ¿Podrá la gestión sustituir al mito?
El gobierno ha sabido también repartir: militantes y empresarios han recibido sus dádivas a cambio de su devoción. Pero el pozo se ha agotado, ya no queda agua para beber. Los problemas económicos que se han generado, todos los conocemos, no se resuelven fácilmente. De hecho todavía nadie dice una palabra sobre cómo se va a salir de este laberinto, sólo Hugo Moyano se ha atrevido a decir que hará falta un ajuste importante. Y si el sindicalismo peronista, que nunca negocia las fuentes de trabajo, se atreve a decirlo, es porque la situación va a ser realmente compleja. Todos sabemos que hay que eliminar el cepo, que hay que bajar la inflación y que hay que generar trabajo, pero nadie se ha aventurado aún a decir cómo se va a lograr eso en términos concretos. El gobierno parece haber hecho un cálculo bastante preciso de hasta qué punto puede estirarse la cuerda sin romperse y pretende dejarla en el punto exacto al momento de retirarse, para que se corte apenas el próximo gobierno asuma.
Con esto no quiero decir que tenemos que temer si pierde el oficialismo, porque es un hecho que perderá. Pero es claro que tenemos que tener estas dudas, como pueblo y como votantes, porque necesitamos que quienes aspiran a ser el próximo presidente comiencen a dar muestras claras de que podrán enfrentar el desafío que se viene. Fieles a ese estilo de operadores políticos y ávidos lectores de encuestas, los presidenciables se dedican a aquello que mejor los posiciona: algunos al silencio, otros a las palabras dulces. Es que lo saben bien, a nadie le gusta el realismo.
Tal vez nos tengamos que preparar para otro “si hubiera dicho lo que iba a hacer no me votaba nadie”, lo cual ya es un anticipo desalentador de los años que se vienen.
Lo cierto es que este gobierno también se ha consumido todas las reservas de valor del país: las reservas del banco central, la inversión en infraestructura hecha en los años pasados, los recursos energéticos, las AFJP y muchas otras más. Quien venga luego ni siquiera podrá echar mano a este “ahorro” que se dilapidó en clientelismo durante esta década ganada.
Yo creo, como ya dijo alguien, que esto no será “kirchnerismo o abismo”, simplemente van a venir tiempos difíciles (con o sin el kirchnerismo), de esos que contrastan brutalmente con la bonanza que se estaba percibiendo hasta hace poco: hoy ya estamos viviendo el prólogo de ese futuro cercano. Pero el único camino es hacia adelante.
Me preocupan las dificultades que vendrán, los ajustes, la miseria que van a padecer los sectores más desprotegidos de nuestro país. Pero lo que más me inquieta es que ante ese panorama que se avecina casi con certeza, sea difícil entrever una oposición preparada y organizada para tomar las riendas del país y solucionar los graves problemas que tenemos.