Por: Claudio Avruj
Cumplimos 30 años de vida democrática, y es sin duda un aniversario que merece ser celebrado en su verdadera magnitud.
No es un dato menor que al menos dos generaciones ya nacieron con la dicha de no saber qué significa tener los derechos conculcados, ni haber sufrido imposiciones sobre qué ver, qué leer, cómo pensar y en qué creer.
No hay duda de que es mucho lo que nos queda por andar y resolver en materia de derechos humanos para consolidar esta democracia en temas como seguridad, alimentación, educación, trabajo, medio ambiente, discriminación y muchos más. Pero no por eso debemos olvidarnos de valorar lo mucho que logramos en estas tres décadas, como la educación obligatoria hasta la secundaria, el matrimonio igualitario, el reconocimiento del genocidio armenio, el servicio militar voluntario, la asistencia integral a las victimas de trata, la recordación en las escuelas del atentado a la AMIA, la salud reproductiva y procreación responsable, la prohibición del trabajo infantil, la igualdad entre hombres y mujeres, el derecho a la identidad de género, la consolidación o ampliación de los derechos de los pueblos originarios, de las personas con discapacidad y de los niños, niñas y adolescentes, entre muchos otros.
Por suerte el camino a recorrer es largo. Al tener motivaciones y objetivos claros seguiremos generando una sociedad dinámica que se piense a sí misma en su tiempo histórico, pero fundamentalmente que pueda pensar en las generaciones venideras para asegurarles otros 30 y más años de democracia.