Por: Claudio Avruj
Tuve el honor de integrar la delegación de la querida comunidad armenia argentina, liderada por el arzobispo Kissag Mouradian y Alberto Djeredjian, presidente del Centro Armenio, que fue recibida por el Papa Francisco, la que también integran el arzobispo de Buenos Aires, Mario Poli, el embajador de la República Argentina ante la Santa Sede, Eduardo Valdés, y el Dr. León Arslanián.
Este encuentro fue la antesala de la misa que Francisco celebró el domingo, la cual se convirtió en un hito en la lucha del pueblo armenio y en su sostenida búsqueda de reconocimiento mundial a la historia de dolor que representa el genocidio.
La misa nos permitió abrazar a la comunidad armenia, que sale al espacio público a conmemorar el centenario del Genocidio de 1915, a partir del mensaje papal de búsqueda permanente de encuentro, diálogo y paz.
Estoy aquí por mi compromiso personal y del gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, así como también del pueblo argentino de no ser indiferentes frente a este dramático hecho histórico. La obligación viene de las leyes de reconocimiento al Genocidio Armenio de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y de la República Argentina establecidas con fuerza de ley en el año 2006.
La comunidad armenia, de fuerte arraigo y desarrollo en nuestra sociedad, ha organizado una serie de eventos de conmemoración y homenaje y de reconocimiento a sus héroes y mártires, a lo largo del año, que comenzó con la misa en la Catedral Metropolitana el pasado día 19 de marzo y que continuará a lo largo de todo el año.
El Genocidio Armenio, cuya fecha formal de recuerdo es el 24 de abril, y que nuestra Ley 26.199 declara como “Día de Acción por la Tolerancia y el Respeto hacia los Pueblos”, arrojó un saldo fatal de 1.500.000 armenios entre los años 1915 y 1923 como consecuencia de la política del Estado Turco de entonces.
Este genocidio inició la larga serie de masacres modernas que se sucedieron desde entonces, algunas ignoradas, otras olvidadas o negadas.
Para la Comunidad Armenia no hablar y enseñar sobre el Genocidio Armenio es imposible; para nosotros, como Gobierno, es un deber y un honor acompañarlos en ese camino.