El concepto “violencia de género” da nombre a un problema, que hasta hace poco, formaba parte de la vida privada de las personas; era considerado un asunto de familia que no debía trascender puertas para fuera y, por lo tanto, en el que no se debía intervenir. Hoy hemos avanzado: cada vez somos más quienes podemos visualizar que no debemos asumir las relaciones de poder históricamente desiguales como inmutables, porque son el fundamento de la violencia.
La violencia hacia las mujeres es un mal global y, en la mayoría de las regiones, ningún lugar es más inseguro para la mujer que su propia casa: más de una de cada tres mujeres sufren violencia, y en la Argentina cada 30 horas muere una mujer.
La violencia de género afecta a familias y comunidades de todas las generaciones y refuerza otros tipos de violencia presentes en la sociedad. No se limita a una cultura, región o país específico, ni a grupos particulares de mujeres. Nos atraviesa a todos y en especial, a todas.
No solo debemos cuestionar la violencia física. Necesitamos visibilizar las violencias que tienen formas sutiles de expresión, pero que evidencian relaciones de poder e inequidad entre varones y mujeres. Mensajes, valores, iconos, signos que transmiten y reproducen relaciones de dominación, desigualdad y discriminación en las relaciones sociales y naturalizan la subordinación y la violencia.
Esa violencia simbólica tiene un carácter transversal, se refiere a un “algo” establecido, inconscientemente interiorizado e incorporado, algo que es difícil poner en cuestión porque no nos damos cuenta de ello. Cuesta reconocerla en la vida cotidiana y en nuestros cuerpos. Es parte de nuestras creencias.
Necesitamos preguntarnos por las razones profundas que hacen posible que ocurra una y otra vez. Las pistas de ello están en una cultura que vemos como natural o no vemos, porque es desde ella que sabemos el mundo.
La violencia de género es un problema social y de derechos humanos muy complejo, la prevalencia de la violencia contra las mujeres y niñas demuestra que este fenómeno aun necesita abordarse con todos los recursos, medidas y compromisos sociales y políticos. Por eso, desde hace tres años, en el Consejo Provincial de las Mujeres trabajamos en el Plan Integral Maltrato Cero, entendiendo que como Estado debemos implementar políticas públicas adecuadas; a fin de dar una respuesta pronta y eficaz para una mujer que pide ayuda. Buscamos generar mecanismos tempranos de detección a través de campañas como “Reconocé las Señales”, “¿es amor?” y otras, para actuar sobre los primeros signos de violencia, como son el control, los celos desmedidos y los insultos degradantes. Y no sólo en el golpe, es decir en la aparición de la violencia física que muchas veces es la última vez en manifestarse, porque ahí llegamos tarde.
La búsqueda de la paz, la eliminación de los obstáculos para que la equidad entre mujeres y varones sea real y efectiva, la eliminación de todas las formas de violencia y maltrato de género, son puntos ineludibles en el camino de construcción de una sociedad sin violencia, que privilegia el diálogo, la tolerancia, la cooperación y el respeto a los derechos humanos de TODXS.
Necesitamos tomar conciencia social de manera urgente; estamos frente a una oportunidad histórica que debería marcar una bisagra, en la cual todos trabajemos conjuntamente, para que #NiUnaMenos sea una realidad y no una consigna.