El Día Internacional de la Mujer nos sirve para reflexionar, no sólo por la experiencia histórica que trae, sino también por los desafíos a futuro que nos plantea.
Cuando las mujeres votamos por primera vez, en 1951, un 22% de las representantes fueron mujeres. Avanzamos muchísimo en estos treinta años de vida ininterrumpida en democracia. En 1983 sólo había cuatro diputadas de la nación. Ahora las diputadas somos el 35% de la Cámara Baja y el 41% en el Senado. Y podremos ser más si prospera un proyecto de ley de una y uno en listas electorales que respete el 50% de mujeres y 50% de varones en forma alternada.
Nuestra Constitución incorporó un conjunto de normas internacionales que reconocen y promueven la igualdad de género. Sancionamos las leyes de educación y salud sexual y procreación responsable, de prevención y sanción de la trata, de matrimonio igualitario, de amas de casa, cupo sindical y de violencia contra las mujeres. Queda mucho por hacer. Se trata de construir a partir de lo construido. No sólo en las leyes que faltan, sino en la eficacia de la implementación de las que ya existen y en la sensibilización con la agenda de género, especialmente en el Poder Judicial.
En lo que va del año, hubo 28 femicidios. Muchos delante de sus hijos, víctimas por partida doble. A Cintia Laudonio, de 24 años, en Castelar, la mató de 17 puñaladas el padre de uno de sus hijos, que tenía restricción perimetral. A Débora Díaz, de 32, en Pilar, su ex marido. También con restricción de acercamiento. Ni las medidas por sí mismas ni los botones antipánico resultan eficaces. Por eso, presentamos un proyecto de ley para que tengan prisión efectiva quienes incumplan la prohibición perimetral y la exclusión del hogar conyugal.
Además, una ley para implementar pulseras electrónicas al agresor y a las mujeres en situación de violencia, que alerte a las autoridades policiales cuando el agresor vulnere la restricción perimetral, e impida el acercamiento y la eventual agresión.
Como sociedad no debemos tolerar ni podemos naturalizar esta realidad. A diferencia de otras prioridades, lo que sí es de necesidad y urgencia es realizar, en forma integral y coordinada, una campaña nacional de concientización y prevención de violencia de género, una declaración de la emergencia pública y la creación de una comisión bicameral de seguimiento del Plan Nacional de Acción para la Prevención, Asistencia y Erradicación de la Violencia contra las Mujeres.
Esto no puede esperar más. Sin embargo, la cuestión de género incluye pero no se agota en la dimensión de la violencia. El desafío es simultáneamente seguir avanzando en acciones positivas para la igualdad. ¿Por qué las mujeres de 30 a 45 años que trabajan en el Poder Judicial casi no se presentan a concursos para ocupar cargos? Porque tienen tareas de cuidado. Necesitamos equidad en el ingreso y cobertura de cargos jerárquicos en la administración pública, el sector privado y las organizaciones intermedias.
¿Cuántas mujeres son ministras en el Gobierno nacional? ¿Por qué no hay mayor perspectiva de género y mujeres en la Corte Suprema? Estos interrogantes se formulan sobre la realidad concreta que nos atraviesa todos los días. Entre los más de cien mil despidos recientes, tanto en el Estado como en el sector privado, estamos las mujeres. Algunas, embarazadas. Por eso, una economía socialmente injusta también es parte de la agenda de género.
Convoco a los varones con perspectiva de género a que sigan acompañándonos y abogo porque los que aún no la tengan por fin la incorporen. Estoy segura de que así ellos, sus hijas y nosotras viviremos más felices y sanos. De eso se trata. De honrar la vida.
Pretendemos que las nuevas generaciones puedan reconocerse en una convivencia solidaria, libre de violencia y discriminación, progresando a la par.