Por: Daniel Sticco
Mientras el mundo fue avanzando hacia un intercambio de bienes y servicios cada vez más sofisticado, con el desarrollo de cadenas de valor agregado e innovación y progreso tecnológico, como camino obligado para elevar la calidad de vida del promedio de sus habitantes e incrementar las reservas en divisas, la Argentina se fue primarizando, cerró mercados y se abocó a una inexplicable política de sustitución de exportaciones por consumo interno, y perdió reservas.
Los resultados de ese proceso, que se agudizó desde la imposición del cepo cambiario a fines de 2011, el restablecimiento de las Declaraciones Juradas de Necesidades Anticipadas de Importaciones, aún para sectores exportadores de bienes con incorporación de trabajo argentino, no sólo se manifiestan en las tensiones en el mercado de cambios por el drenaje de reservas, sino en la pérdida de mercados, por el deliberado cierre de la economía.
Un análisis de la consultora Desarrollo de Negocios Internacionales, que dirige el economista Marcelo Elizondo, dio cuenta de que “Las exportaciones de 2015 serán por lejos las más bajas de la década iniciada en 2011 (ese año se obtuvo el máximo resultado histórico) en la medida en que lograrán una cifra 28,5% menor que la de 2011. Se trata de la mayor caída que se haya registrado en un período equivalente desde el retorno a la democracia, en 1983”, y una proporción menor a 11% del PBI, tras haber alcanzado un pico de 25% del producto en la crisis de 2002.
Productos con menor valor agregado
El deterioro de la relevancia del intercambio comercial con el resto del mundo de la producción nacional se manifiesta también con singular contundencia en el cambio de la estructura de las exportaciones a favor de los productos primarios, en detrimento de los bienes con valor agregado y más trabajo argentino de alta remuneración: se elevó de la mitad 15 años atrás, a casi dos tercios del total ahora.
De este modo, por la conjunción de cepo cambiario, control de importaciones y exagerada y artificial apreciación del peso, que en la jerga de los economistas se denomina “atraso cambiario” de más de 65% según la cotización del dólar libre y del 50% si se toman las paridades alternativas, como contado con liqui respecto del nivel que fija el Banco Central, el país retrocedió dos décadas en materia de exportaciones, porque el Gobierno ha concentrado su política en vender al resto del mundo básicamente productos que no consume su población, como el complejo sojero.
Uno de los costos de tan limitada estrategia comercial fue el abandono de mercados que habían costado décadas conquistar, inclusive de un segmento casi exclusivo como el de la ganadería vacuna que fue rápida y hábilmente captado por países vecinos como Uruguay y Paraguay que en su pequeño territorio lograron producir excedentes exportables superiores a los de la Argentina.
Otro alto costo fue el retiro de más de 2.000 de las 11.000 empresas exportadoras del negocio de generar divisas para el país por parte del empleo argentino, según estimaciones de la consultora DNI.
Y, fundamentalmente, generó el alto costo del estancamiento del PBI y de la generación de empleos privados, con el consecuente impacto negativo sobre la multiplicación de los bolsones de pobreza en el territorio nacional.
Un reciente trabajo de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), destacó que “la región está en una encrucijada: o sigue en el actual camino restringido por el contexto global, o se compromete por una inserción internacional más activa que privilegie la política industrial, la diversificación, la facilitación del comercio y la integración intrarregional”, según advirtió en conferencia de prensa Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva del organismo, como ha hecho la Argentina en los últimos ocho años, al fomentar el Gobierno el impulso de la inflación al rango de dos dígitos altos, acrecentar la presión impositiva sobre la producción y el trabajo y dejado atrasar el tipo de cambio, no sólo respecto del costo argentino, sino también de la devaluación que aplicaron los países vecinos.