¿Devaluación o sinceramiento?

Daniel Sticco

La salida anunciada del cepo cambiario, tras poco más de cuatro años de vigencia, junto a un régimen de tipos de cambios múltiples, generó interpretaciones dispares sobre si implica una drástica devaluación del peso, con su consecuente efecto propagador sobre la inflación, o si simplemente constituye el reconocimiento del valor del mercado, sobre el cuál deberá determinarse si la moneda nacional se aprecia o se debilita.

Claramente, sobre una paridad oficial que hasta ayer el consenso de mercado fijaba en $9,92, un tipo de cambio libre y único que se ubicó en la apertura entre 13,5 y 14,50 pesos por dólar, implica a priori una devaluación del 36 a 46%, que es la brecha entre esas paridades. Aunque técnicamente, con esas referencias la depreciación del peso sería de 27 a 32%, en cada caso, porque con $992 se podía comprar USD 100, más el anticipo de impuestos, y ahora se reduce la capacidad de compra a 73 o 68 dólares, respectivamente según la nueva banda de cotizaciones libres.

Sin embargo, en el caso particular de los trabajadores, en especial los que hasta ayer calificaban en la AFIP para comprar dólares a la paridad oficial, más un pago a cuenta de impuestos si optaba por retirar los billetes, representaban menos del 5% del total de los ocupados, y subía a 10% de los que estaban registrados, y sólo con un límite máximo de USD 2.000 por mes.

Pero el resto de los mortales, estaba vedado de acceder a ese subsidio y por tanto sólo podía acceder a la compra de dólares en forma legal por la vía de la compra y venta de títulos públicos y acciones que cotizan en simultáneo en pesos y dólares, a una paridad en torno a 14 pesos.

De ahí que si se toma en cuenta que el salario promedio de la economía que se estima en $14.000, según los últimos datos de distribución del ingreso que midió el viejo INDEC, el sueldo equivalente en dólares era USD 1.411 a la paridad oficial, antes del pago cuenta de impuesto. Pero de USD 1.000 al equivalente al contado con liqui. En ese caso, el nuevo precio de la divisa no implica devaluación del poder de compra de moneda extranjera.

El impacto sobre la inflación
Una economía que depende en un 20% de los insumos y bienes importados, y más aún en los casos de los productos de exportación del agro que ahora no deben sufrir la confiscación de las retenciones, en particular para el trigo país y maíz, que era de más de 20%, la liberación del mercado de cambios significa una mejora de precios neto de más de 60 por ciento.

Pero muchos precios de mercado se habían anticipado al prenunciado fin del cepo cambiario por las autoridades electas el 22 de noviembre, con ajustes de precios sobre los ya aumentados en los meses precedentes. De ahí que el impacto final sería parcial y no generalizado a todos los bienes y servicios que consumen los hogares.

Al respecto, cabe notar que desde la salida de la convertibilidad, a fines de 2001, el promedio de suba de precios de la economía que midieron las consultoras privadas fue de 1.245%, esto es $100 de entonces equivalen hoy a $13,45, que, casualmente, es muy próximo al precio comprador del dólar que marcó en la reapertura del mercado libre y único de cambios sin restricciones.

Sobre esa base, queda claro que el nuevo nivel del precio de la divisa implica una equiparación a la inflación acumulada, con precios de bienes y servicios que subieron hasta 2.000%, pero con otros que no llegaron a multiplicarse por diez.

Por tanto, para los salarios e ingresos de los trabajadores y jubilados, el nuevo tipo de cambio no implica una pérdida de poder de compra en pesos respecto de la que tenían hasta el último día del cepo cambiario, al menos de magnitud relevante, más allá de la inercia inflacionaria que arrastraba la economía en su conjunto.

Ahora queda esperar los planes monetario, fiscal y financiero que den previsibilidad a los agentes económicos de que desde ahora el Gobierno se encamina a un sendero de reducción sostenida y persistente del desequilibrio de las finanzas públicas y también el financiamiento vía emisión del Banco Central, porque se considera clave para desactivar las expectativas de inflación.