Por: Darío Epstein
Para entender la situación de Grecia hay que partir de la base que desde su incorporación al Euro ha tenido innumerables dificultades para impulsar su economía; y por más préstamos blandos e inversión en infraestructura que ha tenido no ha logrado ensamblarse adecuadamente al resto de las economías europeas.
Desempleo, sindicatos, pensiones, tamaño del estado, productividad, etc., han sido los temas de agenda de los gobiernos griegos en los últimos años. Pero la fortaleza del Euro, útil para Alemania, ha ido socavando las posibilidades de competir de Grecia y ha afectado el flujo de ingresos por turismo.
El candidato oficial a la presidencia, el ex comisario europeo Stavros Damis, fracasó en su intento por acceder al poder. En la tercera y última vuelta de la elección presidencial, Dimas obtuvo 168 votos, 12 menos que la mayoría necesaria (de 180) para ser elegido.
Alexis Tsipras, dirigente del partido de izquierda radical Syriza, y el favorito en las encuestas, proclama terminar con las políticas de austeridad que impone la troika para seguir financiando el déficit y refinanciando su deuda. Es decir, desandar las medidas de ajuste que les han impuesto el BCE y el FMI.
Tampoco hay certeza que Tsipras logre acceder a la Presidencia, ya que con el 28% de intención de voto, más los 50 asientos adicionales que se le otorgan a la primera minoría, tampoco tendría asegurada una coalición de Gobierno. Dependerá de la votación presidencial a realizarse el 25 de enero. El premier Samaras pidió que las elecciones se celebren lo antes posible. Si gana la izquierda, el partido con mayor intención de voto, peligran seriamente los acuerdos firmados con el BCE y se pueden producir fuertes caídas de los bonos, algo que puede golpear fuertemente a todos los emergentes.
¿Qué ocurriría si Grecia saliera de la Eurozona? ¿Qué pasaría con los socios periféricos? ¿Podrían Italia y España soportar la presión interna para volver a la lira y la peseta? Alemania y Francia han dejado claro que si gana el partido populista de izquierda, no intentarán persuadir al país que se mantenga en la Eurozona, será una decisión propia de Grecia, sin condicionamientos ni incentivos por parte de sus vecinos y socios.
La troika de acreedores de Grecia está compuesta por la Unión Europea, el Fondo Monetario Internacional y Banco Central Europeo. En 2010 impuso un drástico plan de austeridad a cambio de un préstamo de EUR 240 Bn. (unos USD 285 Bn.).
Sin embargo, el Gobierno tuvo que someterse una vez más a la troika y aceptar una prolongación del programa hasta febrero de 2016, para poder recibir EUR 7.2 Bn adicionales. Pero el pago de la próxima parte de la ayuda a Grecia quedó suspendido hasta que se forme un nuevo gobierno.
Grecia tiene una deuda impagable. Ni siquiera con más ajustes a salarios, restricciones al gasto público o crecimiento será posible que lo resuelva en los próximos 5 años de manera ordenada.
Con un desempleo del 26% de la población económicamente activa y un 175% de ratio de Deuda/PBI, creemos que pueden darse dos escenarios:
El primero es el más doloroso, que implica una salida de la zona Euro y una brutal devaluación para ganar competitividad perdida, a costa de mayores penurias para su población. Este escenario abre una serie de interrogantes hacia la continuidad de la eurozona a futuro. Muchos países estarán atentos, porque el resultado de este proceso podría condicionar políticamente a otros socios europeos a seguir el mismo camino.
El segundo escenario puede ser la solución más viable, dado que el 70% de su deuda de más de USD 500Bn. está en manos del Fondo Monetario Internacional y del Banco Central Europeo, dos organismos que han contribuido en el pasado reciente para evitar un cese de pagos. La solución parecería ser un default organizado y un recorte del valor nominal de la deuda, y/o combinado con posible alargamiento de los plazos y rebaja de tasas de interés.
El rendimiento de la deuda de Grecia a diez años en el mercado secundario subió por encima del 10%, un valor considerado como crítico:
En definitiva, la única realidad es que Grecia está en una situación de la que no tiene forma de salir, dentro de las premisas actuales y sin ayuda adicional de los socios europeos. Esta ayuda no debería limitarse a refinanciación contra mayores ajustes, sino debería promover inversión y dar a Grecia un trato especial y más tiempo para adaptar su economía a esta nueva realidad, incluyendo obras de infraestructura, inversión y promoción del empleo privado y la movilidad social.
Hay que tener en cuenta que los mecanismos que está mirando el BCE para una flexibilización monetaria (QE) podrían incluir algún tipo de recompra de bonos y activos griegos.
Cualquier otra opción incluiría el default de deuda, sea este inmediato o postergado en el tiempo a través de nueva ayuda “financiera” por parte de la troika.