Por: Darío Epstein
El yuan es noticia este último tiempo. Este mes, el directorio del FMI se reuniría para analizar la posibilidad de la incorporación del yuan a la canasta de monedas que forman parte de los derechos especiales de giro (DEG), una moneda sin circulación que es tomada como referencia por parte del organismo multilateral para los desembolsos y los pagos de los créditos otorgados a sus países miembros. Se codea con el dólar, el euro, la libra y el yen en la liga de las monedas consideradas divisas, aunque aún no lo es formalmente.
El poder geopolítico de un país se mide de diversas formas. Hoy en día es mayor el peso de Estados Unidos en el mundo de lo que lo indica su PBI. Dicha influencia va atada a diversos factores que inciden sobre la hegemonía de un país y su liderazgo.
Mucho tiene que ver en este caso con factores tan diversos como el poderío militar, el comercio mundial, las patentes tecnológicas, los flujos de fondos hacia Treasuries y la inversión directa extranjera en Estados Unidos, pero sobre todo por el uso del dólar como moneda de reserva y de transacción al mismo tiempo.
El comercio mundial se realiza en su mayoría en dólares, incluso cuando ninguna de las dos contrapartes es Estados Unidos.
A su vez, el dólar es la moneda de referencia en la cual se fijan los precios de los commodities en los mercados financieros mundiales.
Por último, las remesas también se denominan en su mayoría en dólares, que representan ingresos provenientes de economías extranjeras generados por la migración temporal o permanente de personas.
Pero ese reinado está siendo amenazado en varios aspectos por China. Y, además, lentamente el yuan chino —también conocido como renminbis (RMB) — ha ido ganando terreno según informa la organización de servicios de transferencias financieras SWIF, que registra los pagos internacionales tanto de transacciones financieras como reales.
La moneda de China ha desplazado al yen japonés del cuarto al quinto lugar en la tabla de clasificación de monedas empleadas para pagos internacionales por valor.
El yuan se ubica por debajo del dólar estadounidense, que es utilizado en el 43,27% de las operaciones de comercio mundial, el euro (28,63%) y la libra esterlina (9,02%). En concreto, los pagos en las transacciones globales con yuanes, durante el mes de septiembre, representaron un 2,79% del total.
El crecimiento subyacente del RMB sigue lento, pero constante. En septiembre de 2015, el porcentaje fue superior al registrado los 5 meses precedentes. El papel del yuan como moneda de pago internacional se fortalece: este incremento se basa en el mayor número de compañías que adoptan el RMB para la liquidación de operaciones, así como del número de bancos que aceptan los pagos en dicha moneda.
En este sentido, China pondrá en marcha en 2015 su sistema de pagos internacionales en yuanes (CIPS), que permitirá el cierre de operaciones de comercio internacional desde y hacia China en yuanes. Cuando se materialice, eliminará uno de los principales obstáculos que persisten para una verdadera internacionalización del yuan en el comercio mundial y su conversión en una divisa mundialmente aceptada para engrosar las reservas internacionales de los bancos centrales. China ha elegido a 20 bancos para ponerlo a prueba, de los cuales 13 son chinos y el resto filiales de bancos extranjeros allí.
Recordemos que el yuan aún no es convertible, ni figura dentro de la canasta de monedas de la unidad DEG del FMI, moneda en la cual se basa para reflejar los aportes de todos los países, así como de su patrimonio neto. El FMI ve con buenos ojos que, ante estos avances, el yuan forme parte de la canasta de monedas que forman los DEG.
China ha tomado la internacionalización del yuan como una oportunidad para promover la reforma del tipo de cambio y la apertura de las cuentas de capital del país. Fue en agosto que China decidió devaluar su moneda y atarse cada vez menos a la suerte del dólar, tanto por un deseo de ganar más margen de maniobra como para aumentar la competitividad frente a la desaceleración de su economía.
Para que una moneda adquiera el estatus y la reputación de una divisa debe contar con aceptación y convertibilidad internacionales.
A su vez, la economía de referencia debe disponer de escala, una cuenta de capital abierta a la entrada y salida de capitales, políticas macroeconómicas estables, un régimen de tipo de cambio flexible, un mercado de capitales maduro y seguridad jurídica.
Si consideramos la cuenta de capital, el régimen de tipo de cambio y el mercado de capitales, el yuan aún no está preparado todavía para convertirse en una divisa. Pero va en buen camino. China ha fortalecido la cooperación monetaria con el resto del mundo. Ha firmado acuerdos de intercambios de divisas con 23 países y regiones. Muchos países del sudeste de Asia, de Europa Oriental y de África han tomado o considerado la posibilidad de que el yuan sea una moneda de reserva oficial.
Se suma a los swaps de monedas con Argentina y Venezuela que alienta el uso del yuan en los intercambios comerciales, que tanto sirven para esos países para engrosar las reservas internacionales.
En síntesis, la moneda china compite cada vez más con el dólar y el euro y está realizando avances en el sentido correcto para ser mañana considerada una divisa plena.
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