Por: Diego Berardo
Entiendo la cultura como un derecho humano básico. Un factor esencial para el bienestar de nuestro pueblo. Venimos de años en los que va creciendo la exclusión social, la marginación y la incapacidad de muchos sectores para poder participar de la vida económica y cultural de nuestra sociedad. Es un proceso de desintegración social, una ruptura progresiva de las relaciones entre el individuo y la sociedad. Durante estos años entraron en crisis el concepto de sociedad, los imaginarios vinculados a lo colectivo y a los derechos de igualdad. Ante esto, la cultura es el espacio privilegiado para estrechar vínculos de solidaridad y compromiso entre las personas, para combatir la discriminación, para promover la integración social y la formación de ciudadanía.
Si entendemos por ciudadanía el conjunto de normas que guían la relación entre el individuo y la sociedad, la ciudadanía viene a ser el marco que crea las condiciones para una participación posible. Pasar de esa participación posible a la participación real implica que el individuo ejerce esa ciudadanía, que se ocupe de los temas que preocupan a lo colectivo, que haga escuchar su voz en la discusión pública de esos temas, que pase a ser productor de sus propios mensajes. Por otro lado también es necesario que la sociedad reconozca los derechos de todas las personas a la ciudadanía plena, que cree los espacios para ese ejercicio, y que establezca reglas que permitan que todos puedan realmente ejercer la ciudadanía en forma equitativa. El conjunto de valores, actitudes, comportamientos y normas compartidas que generan sentimiento de pertenencia a una colectividad constituyen una cultura ciudadana. El que una cultura sea más o menos cohesionadora y solidaria depende de la amplitud e intensidad en la que los valores y normas sean compartidas y de la tipología de las mismos. En la cultura propia de la ciudadanía democrática existe una interacción entre lo individual y lo colectivo, lo personal y lo comunitario. Y la cultura es el espacio donde nos encontramos y nos reconocemos, es lo que otorga sentido a nuestros hábitos y es la herramienta fundamental para promover y trabajar en la construcción de ciudadanía.
La política cultural es el conjunto estructurado de acciones y prácticas sociales de los organismos públicos y de otros agentes sociales y culturales, en la cultura; entendida esta última tanto en su versión restringida, como es el sector concreto de actividades culturales y artísticas, pero también considerándola de manera amplia, como el universo simbólico compartido por la comunidad. Desde todos sus ámbitos, la cultura es una herramienta fundamental para la transformación personal y colectiva. Y las políticas culturales deben tener en cuenta las diversidades y la realidad social del ámbito en el que nos encontremos.
Y en esta semana, al cumplirse el 30 aniversario de nuestra joven democracia, entiendo que todos debemos hacer de la cultura una prioridad. Nuestro esfuerzo debe estar centrado en garantizar un real acceso a los bienes culturales para todo el pueblo argentino. Porque construye ciudadanía. Porque es memoria, legado compartido, generadora de espacios para la convivencia, fuente de conocimiento y requisito para una vida plena.