El Presidente de 2050

Eduardo Villar

En los tiempos de la post Crisis del 2001 pensaba: “¿Cómo podemos hacer para educar mejor a quien será nuestro Presidente en 2030 y que hoy está en la escuela o en el colegio?”.

Hoy me pregunto lo mismo, aunque hay que correr el calendario y tratar de ser optimista.

El Presidente del 2050 es hoy un alumno escolar; espero, salvo que nuestra decadencia de formación nos lleve a pretender que ni siquiera tenga estudios. El tema de análisis es: ¿cómo hacemos para que ese Presidente del futuro, sus ministros, colegas, amigos y electores, tengan una mejor Cultura Ciudadana que la actual?

Intencionalmente he cambiado el término Educación, por el de Cultura Ciudadana. No son lo mismo, o al menos, quiero diferenciarlos conceptualmente, para focalizar el análisis.

Se puede tener un Doctorado en Harvard y no tener, ni educación, ni cultura ciudadana.

Y se puede ser un alumno de la Escuela Pública Nro 14 de Mataderos, y tener ambas cosas.

Lo virtuoso es tener una Sociedad que crezca en materia de cultura ciudadana, educación y conocimiento.

En Brasil, el presidente Lula empezó la primaria a los 8 años, y no hizo estudios secundarios, se formó como un operario (el típico trabajador del que se habla a nivel Sindical), perdió tres elecciones a Presidente, y cuando ganó se focalizó en dos cosas: continuar muchas de las políticas económicas de su antecesor y fomentar lo que mejor había aprendido: el trabajo y el desarrollo social.

El conocimiento se adquiere con miras a su uso cotidiano. Se adquiere en forma individual. Ejemplo: hay 30 niños en una escuela que reciben la misma dedicación y estímulo de sus maestros; pero no todos aprenden igual. En el mundo actual, cuanto más conocimiento tenga una sociedad, mejores oportunidades de destacarse tendrá. Es una condición necesaria, pero no suficiente.

El Gobierno habla sobre los aumentos record en las tasas de inversión en Educación, escondiendo la gran mentira de reflejar a través de esos gastos, la enorme carga salarial que se incrementa por efectos inflacionarios. Pagar más sueldos, merecidos por la gran tarea que realizan los docentes y bajos en relación al impacto de su labor, no significa “educar mejor”.

En Argentina, los números de los egresados del nivel secundario y del universitario muestran índices muy bajos comparados, no con nuestro villano de turno Alemania, sino con Islandia, que para nuestro Gobierno Nacional debe ser el monopolio del Rolito.

La Educación es un término muy amplio y maleable. La forma tradicional de Educación es la que se genera en el hogar (Familia) y la Escolar (primaria y secundaria). No basta con decir “gracias” o saber “los ríos de Córdoba”. Hay mucho más trabajo que hacer para considerarnos “educados”.

Resulta que tenemos una disparidad educacional en diferentes niveles de la sociedad, con brechas muy amplias. Así, una sociedad que potencialmente tiene conocimiento y está “bien educada” se relaciona más con el desenvolvimiento individual que con el comportamiento social. Esto también es una forma de subdesarrollo.

La tercera característica a tener en cuenta es tal vez la más difícil de enseñar y de aprender: la Cultura Ciudadana. Podría definirse como “los acuerdos que como sociedad definimos respetar para formar parte de un mismo equipo”. Esta simple frase, tiene como primer “acuerdo” a la Constitución Nacional. Y de allí, hasta como plantamos un árbol en la vereda de nuestra casa.

Hoy que está de moda hablar sobre nuestra falta de institucionalidad o los ataques a nuestra soberanía, ambas cuestiones resultan secundarias, si primero no refundamos “nuestros acuerdos”.

También está de moda hablar de grietas en la sociedad. Lo mismo: si existen grietas, es por la realidad de la “falta de acuerdos”. Si la grieta se sigue ampliando, peor aún.

Y para completar esta ensalada, como los argentinos tenemos cierto conocimiento (individualista), somos parcialmente educados (no tiramos basura dentro de nuestras casas, pero sí en el espacio público) y nos creemos mucho más de lo que en realidad somos; pensamos que estamos listos para convertirnos en “la alternativa y la solución de los problemas del Mundo”.

Si a esta altura logramos que el “niño futuro presidente” siga en la escuela y tenga cultura medioambiental, recién vamos cero a cero. Y no alcanza.

Ahora bien, llegamos el típico escenario del huevo o la gallina. ¿Es el Estado o la sociedad quien debe encarar, liderar y realizar las tareas que redefinan y consoliden nuestros acuerdos?. Son ambos.

El Estado se forma con Gobiernos que hemos acordado elegir desde la sociedad. Simple. Elijamos bien a los Gobiernos y empezaremos a ponernos de acuerdo.

En 2015 tendremos otra oportunidad histórica. El tren sigue pasando. Seguramente habrá muchas opciones de representatividad democrática y el próximo Gobierno tendrá mucha necesidad de acuerdos y consensos. Aprendamos a ejercer esa responsabilidad. Seamos conscientes que podemos estar mucho mejor. Convirtámonos en partícipes activos de los cambios que Argentina necesita. En los asados de los domingos nos creemos la reencarnación de Juan Bautista Alberdi y resulta que nuestra única actividad cívica se refleja en el voto, una vez cada cuatro años, a nivel presidencial. Al menos realicémosla pensando tanto en el Presidente de 2015, como en el hoy niño que lo será en 2050.