Nuestra querida Argentina viene teniendo una interpretación muy particular sobre su desarrollo económico, principalmente durante los últimos años.
Los datos duros muestran que hemos tenido tasas de crecimiento de PBI considerables. El nivel de empleo ha venido siendo alto durante la mayor parte de ese tiempo. Y se ha consolidado el mayor período institucional ininterrumpido en cien años.
El Gobierno nacional relata en forma permanente las bondades de un modelo establecido para sentar las bases de “la mejor Argentina de la historia”. El problema es que lo hace omitiendo una importante cantidad y calidad de elementos de análisis que, como votantes, deberíamos saber.
Además, el Gobierno nacional instruye continuamente al pueblo sobre las calamidades que ocurren en los países desarrollados. Que el modelo capitalista está en crisis. Que los Estados Unidos tienen serios problemas de política económica. Que Europa está en crisis económica y con riesgo de profundizarla. Menos mal que no están tan informados sobre lo que pasa en Japón, porque algún desastre augurarían en el Imperio del Sol Naciente.
En cmabio, poco se nos cuenta sobre otras sociedades cercanas económicamente “casi tan exitosas como Argentina”. Que Brasil se ha consolidado como potencia económica mundial, con instituciones respetadas, aún con una sociedad que cambió el enfoque político del Gobierno que eligió (de Cardozo a Lula, por ejemplo). Que Perú es tal vez el país más exitoso de Latinoamérica en los últimos años (pasando de Toledo a García y luego a Humala). Que Chile mantiene su constante crecimiento de más de dos décadas (post Pinochet, vía Concertación Democrática de centroizquierda o la Alianza de centroderecha de Piñera). Que Colombia ha logrado maniatar el drama del narcotráfico como emblema de País y ha tenido profundos cambios sociales inclusivos e importantes inversiones extranjeras. Menos ambiciosas serían las comparaciones con Paraguay que exporta más vacas que nosotros o con Uruguay que recibe dólares recién impresos, o con Bolivia que se endeuda a menores tasas que nosotros.
Aún con semejante “bonanza argentina”, la gran mayoría de nuestros ciudadanos no tienen la suerte de poder viajar para vivir “lo mal que están en Europa o en Estados Unidos”. Por favor, permítanme contarles “mi relato”.
Dinamarca es un estado pequeño de Europa Occidental. Es un país muy estable. Con una orientación de gobierno socialista y totalmente integrado a la economía capitalista.
Primera idea: luce excelente la combinación de Sociedad Capitalista con Estado Socialista.
Es un país donde la gran mayoría tiene estudios universitarios y trabaja. La educación es gratuita y de muy alta calidad. Casi el 80% de sus trabajadores está sindicalizado y protegido por las leyes.
Originalmente agrícola, desarrolló una fuerte industrialización luego de la ocupación Alemana en la Segunda Guerra Mundial, estando actualmente muy integrado a la Unión Europea (pese a mantener su moneda propia). Entre sus “marcas”, han diseñado los LEGO, ícono infantil en materia de juegos a nivel mundial. Sus estándares de calidad de vida y bienestar son los más altos del Mundo.
Yendo a las costumbres más sociales, les gusta el futbol, la cerveza, la arquitectura, disfrutar del espacio público. Son liberales y muy respetuosos.
Segunda idea: ¿podemos los argentinos creer que estamos tan bien, cuando no disponemos de ninguno de estos beneficios y calidad de vida de los que disfrutan los daneses?
¿No será que, como la mayoría de nosotros no podemos vivir las reales experiencias de éxito social que hay en el Mundo, nos creemos lo poco que nos muestran? Y que en este contexto, la asignación universal por hijo termina siendo una política de Estado definitoria (tan aplaudida como la declaración del default del 2001), cuando en realidad es una aspirina para un cáncer?. O que el tercer carril de la General Paz es una megaobra de tránsito?. O que Tecnópolis es el reflejo de nuestras costumbres y cultura?. O que la futura Torre de Puerto Madero es el reflejo de la opulencia del País?
Los beneficios sociales de Dinamarca son cien veces más profundos y útiles que los de los últimos setenta años de la Argentina. A las calles les sacan carriles para que los usen las bicicletas. Los Parques son lugares abiertos y sin encasillamientos doctrinarios. Y la edificación es bella, simple y de baja altura.
Ya hablé de Caperucita Roja, pasemos ahora al Lobo Feroz (sería la definición de este otro país, según nuestro Ministro de DesHacienda…por las pocas vacas que nos quedan).
Los EEUU son la primera economía mundial. Es un país que creemos conocer mucho, principalmente porque vemos que en Miami hablan en español, porque nuestras modelos se pasean por sus playas, y porque imprimen los dólares que tanto nos gustan. Al respecto, me gusta decir que “Estados Unidos empieza en Fort Lauderdale”.
Tienen más de 200 años de democracia ininterrumpida, con 150 años de alternancia entre dos partidos políticos, en los que pasaron por: cuatro presidentes asesinados durante sus cargos, una guerra civil, dos guerras mundiales, complejos procesos inmigratorios y raciales, un gran crack económico interno y variados conflictos políticos y bélicos. Aún así, todos quieren ir a “America”.
Los EEUU son un Estado complejo, tanto geográfica, como demográfica, como étnicamente. Funcionan muy bien y han ido definiendo pautas de convivencia social para luego respetarlas con bastante éxito. Son organizados, respetan las leyes y tienen niveles de calidad de vida acorde a los espacios económico-sociales en que se encuentran: salud, educación, vivienda y protección laboral, a la cabeza; crédito y consumo en segundo lugar.
Los estadounidenses han sabido hacer muy bien, como Nación y como Sociedad, lo que nuestros gobernantes de turno también han hecho muy bien sólo para ellos: acumular poder y recursos para manejar ese poder.
Como Nación, lo han hecho a través de por lo menos dos caminos: uno, con su sólida institucionalidad y otro, con su enorme poderío económico interno, creado con anterioridad a los hitos históricos más conocidos, es decir, alrededor del 1900. Marcas como Ford, General Electric, 3M, IBM, Motorola, Disney y muchas más, se han desarrollado durante décadas, consolidado y mantenido como líderes de sus mercados. Este poderío económico se fue globalizando con mucha fuerza desde la segunda mitad del siglo XX.
Como sociedad lo han hecho resolviendo sus conflictos internos, luego de complejos procesos, pacíficos y violentos; y sus conflictos externos, por las vías diplomática o bélica. El País que esté exento de pecado que arroje la primera piedra.
Tercera idea: ¿somos los argentinos una sociedad tan evolucionada y madura como para ponernos en maestros siruela de los demás?.
Hay un espectáculo que se brinda en Disney, que repasa la historia de los presidentes de ese país. Un salón imponente, auditorio de aproximadamente 100 personas cada una hora, maquetas de los 44 presidentes que son nombrados uno a uno, sin que nadie falte el respeto y al finalizar el show, todos aplauden. Se lo imaginan acá?. Pobres (pocas) maquetas y pobre escenario…
Conclusión: si vemos muchas de las características de dos países tan distintos como Dinamarca o Estados Unidos, es contundente que en Argentina estamos a años luz de distancia, para peor. Si es que estamos mucho mejor que “el Capitalismo debilitado”, me pregunto: ¿por qué en Dinamarca o en EEUU no hay 40% de inflación, ni 35% de pobreza, ni ciudadanos muertos a diario por delincuencia común, ni piquetes permanentes, ni gobernantes con tantas causas por corrupción, ni una infraestructura energética y logística destruida, ni el narcotráfico enquistado, ni suciedad y descuido en todos lados?; y miles de preguntas más.
Los argentinos tenemos que empezar a no aceptar mansamente las históricas oleadas de bonanza que nos ofrecen. Ya sabemos que duran muy poco. Menos de una generación, sin excepción.
Si nos hemos creído que las cosas están muy bien, que nuestra conducta disruptiva respecto del mundo exitoso (en decadencia a los ojos miopes del Gobierno) nos posicionará en algún lugar mejor que el actual, significa simplemente que no estamos tan bien.
Si “siempre queremos ser” o “vamos a ser”, es que NO SOMOS.
Como decía Tato al final de su monólogo sobre la máquina de cortar boludos: “un cacho de culpa tenemos nosotros también”.