Por: Enrique Avogadro
A lo largo de la historia abundan los ejemplos de objetos, prendas y colores que, inevitablemente, quedaron ligados a la imagen de una determinada persona o personaje y viceversa. Los anteojos de John Lennon son un ejemplo cabal de esto: es difícil imaginarse al Beatle sin anteojos, pero sin embargo no fue hasta 1966 -14 años antes de su muerte- que Lennon incorporó el elemento que, hoy en día, más se asocia con su imagen. En 1981, seis meses después del asesinato de Lennon, Yoko Ono usó la imagen de los famosos anteojos para ilustrar la tapa de su primer disco solista. Ensangrentados, los anteojos fueron una sinécdoque perfecta, una referencia inconfundible.
El bigote en punta de Salvador Dalí o el bicolor de Charly García, podríamos pensar en miles de ejemplos similares que nos muestran que, estemos atentos o no, el diseño está presente en nuestra vida, en cómo nos mostramos frente al mundo, es parte de nuestra identidad y puede agregar valor a nuestra imagen personalizándola y hasta en algunos casos volviéndola un ícono, a tal punto que un objeto puede hablar de nosotros más que nosotros mismos. Esto es trasladable a un producto e incluso un servicio o una Ciudad y este mensaje es, justamente, la base de la economía creativa: agregar valor usando como insumo el diseño, la creatividad, el talento.
La ciudad de Buenos Aires es diseño. Históricamente su identidad está íntimamente relacionada con el diseño, a nivel local en ejemplos concretos como el fileteado, el sillón BKF creado en la década del 30 y convertido en un ícono del diseño argentino pero también en su perfil productivo: la moda es su primer generador de empleo. Y a nivel internacional, desde hace un tiempo ésa va siendo también su carta de presentación frente al mundo: Buenos Aires no compite en los mercados internacionales por escala sino por calidad, diseño de autor y valor agregado, en casi todos los productos y servicios que exporta.
Buenos Aires es diseño cuando vende un producto tan tradicional como un mate pero lo realiza en un material no convencional como lo es un mate de silicona, o cuando fabrica bicicletas pero las hace de bambú, cuando diseña un prenda y es única pero también cuando desarrolla un videojuego. Cada vez más, Buenos Aires respira diseño y de a poco esto empieza a verse en la calidad de los nuevos emprendedores y hasta en el mobiliario urbano. Quizás el diseño en esta ciudad, juegue el papel de los anteojos de Lennon y algún día pueda instalarse como un atributo ineludible a la hora de pensar Buenos Aires.