Déjeme imaginar –amigo lector– una escena de aquellos días; una amplia oficina atiborrada de profesionales, de técnicos y operadores de Autocad. Teléfonos que suenan sin cesar. Adrenalina, euforia, una pizca de incertidumbre…. ¿Le gustará? Al fin llegó el momento; no solo que le gustó sino que además decidió anunciarlo a todos y a todas con la inefable cadena nacional de la buena onda y el buen humor. Señores, señoras, y por qué no niños, tendremos por fin “el edificio más grande de la región”, una obra faraónica (bueno, para eso tenemos a la arquitecta egipcia) comparable al “Central Park” de Nueva York (palabras presidenciales).
La torre de 335 metros de altura será “la más alta de Latinoamérica” detrás del Empire State ubicado también en la cuna del “imperio”. El coloso de acero y vidrio albergará estudios de TV, productoras, oficinas, bares: los últimos 13 pisos estarán reservados para un hotel. Me olvidaba: la noticia decía también que “la piedra fundamental” sería “colocada el próximo 17 de Octubre”. Tal vez la piedra era importada y no llegaron a tiempo con la DJAI, pero bueno…. También el Rompehielos Almirante Irizar iba a iniciar sus pruebas de hielo a principios de noviembre, y por ahora el único hielo que tuvo cerca es el de la heladera de la cámara de oficiales.
Déjeme ahora imaginar otra escena, pero de estos días. Una amplia oficina, atiborrada de profesionales, técnicos, funcionarios y miembros de defensa civil. Teléfonos que suenan sin cesar. Adrenalina, nada de euforia. Mucho miedo, incertidumbre, dudas, ansiedad… ¿cuántos heridos? ¿Muchos daños? ¿Hay víctimas fatales? ¿Quién autorizó esa planta química en medio de una urbanización? ¿El código lo permite? ¿Quien es el responsable?
La explosión de la planta química en la provincia de Córdoba, tremenda, devastadora y previsible, podría haber sido una tragedia de proporciones. Si bien arruinó la vida de cientos de personas, podría haberse cobrado la vida de mucha gente y hoy hablaríamos de otra cosa.
Su dueño está preso pero, como es imaginable suponer, en su mente no figuraban planes para hacer volar a un barrio entero y ser procesado por estrago. Habría que remontarse bastante más atrás en el tiempo e indagar en qué circunstancias se otorgó una habilitación para el ejercicio de una actividad altamente riesgosa en medio de una zona poblada; tal vez cuando la planta se radicó la zona era un descampado y luego se fue poblando. Realmente no lo sé.
Lo que sí sé, es que en general cierto tipo de industrias y en especial las relacionadas con la actividad petrolera o petroquímica están alejadas de los núcleos urbanos. Razones profesionales me llevaron varias veces a llegar con algún buque a grandes terminales portuarias petroleras de diversos lugares del mundo. Las grandes refinerías del Golfo México presentan invariablemente un denominador común. Están ubicadas en el medio de la nada. Las ex Antillas Holandesas llegaron a tener una Isla casi exclusiva para el almacenamiento de crudo. Mucho más cerca y alcance de su mano queridísimo amigo lector, se encuentra el Polo Petroquímico Dock Sud.
Dock Sud es un conglomerado industrial, de gran extensión (aproximadamente 300 hectáreas). Radicado allí a partir de 1914 con la llegada de la empresa Shell. La petrolera holandesa instaló en ese sitio su refinería de petróleo y sus tanques de almacenamiento de crudo y de productos destilados. Por aquellos años no había tanta urbanización en la zona y si bien aún mantiene cierta lejanía visual con la gran concentración urbana del partido de Avellaneda. Está peligrosamente cerca, si de tragedias hablamos.
En la actualidad, se encuentran en ese polo más de 40 empresas, no solo petroleras sino también petroquímicas, fabricas de ácido sulfúrico de aditivos para pinturas, de removedores, etc. El 80 % de todos los químicos que se fabrican y consumen en el país, pasan por Dock Sud. También hay un puerto petrolero y la dársena que alberga a los buques allí surtos se denomina Dársena Inflamable. En 1984 explotó en esa dársena el buque tanque “Perito Moreno” de YPF. Ardió varios días y si el viento en lugar de soplar desde el Este hubiera soplado desde el Oeste y las llamas hubieran alcanzado los tanques, el cráter que dejó la explosión en Córdoba hubiera sido apenas comparable al que puede hacer una mascota en un jardín.
Sucesivas crisis, fueron haciendo que en torno al puerto petrolero se comenzara a levantar un barrio de emergencia denominado “Villa Inflamable”; en la actualidad unas 15.000 personas la habitan y, en tiempos de Néstor, su refundación nacional y popular y luego de varias instancias judiciales, se crea en 2006 mediante ley Nro 26.168 la Autoridad de la Cuenca Matanza Riachuelo (Acumar).
La Acumar es un ente tripartito (Nación, Provincia y Ciudad de Bs As), que tiene por misión central, controlar y disminuir los altos niveles de contaminación que los vertimientos industriales producen en toda el área afectada – entre otras causas- por el polo Dock Sud. El peligro del polo no es solo el de una potencial explosión; los gases y vapores que emanan minuto a minuto de las distintas chimeneas, hacen que hoy la zona sea la de más alta contaminación de la atmosfera del país. A tal punto que la propia ACUMAR determinó que las condiciones de vida de los pobladores de la Villa Inflamable ameritaban un profundo análisis para lo cual mediante el expediente número 0047395/10 inició el proyecto “Investigación y análisis de riesgo en “Villa Inflamable”. Por otra parte y en varias apariciones públicas sus autoridades exhortaron una y otra vez a la erradicación de esa villa por el ya mencionado riesgo tóxico de la atmosfera imperante en la zona.
El grueso de la Villa Inflamable se encuentra a unos 200 metros en línea recta de los principales tanques de combustible del polo. Más o menos la misma distancia a la que quedará ubicada la obra cumbre de la década ganada. Ignorando todo vestigio de sentido común, se han de invertir miles de millones de dólares en llevar el “progreso y la civilización” a las propias puertas de un área de altísimo riesgo.
Pasen y vean señores inversores; abran los ventanales de sus lujosos pisos vidriados y aspiren ese sabroso y penetrante aroma propio de las emanaciones de azufre; que si encuentran la proporción adecuada de humedad ambiente le han de rociar el rostro con una agradable “lluvia ácida”. Siéntase un verdadero “Seal” o “Marine” protagonizando su propia “ Tormenta del Desierto” cuando el viento lleve a sus ojos las partículas que arrastra cuando sus vecinos de Tandanor realicen el arenado del casco de algún buque. Es verdad: tal vez el costo del metro cuadrado de la mega obra egipcia sea un tanto elevado. Pero ¿qué otro lugar del mundo le brindará esa exclusiva sensación de peligro extremo mientras cumple sus obligaciones laborales?; no solo a Usted, querido ejecutivo del espectáculo, también a su secretaria y al chico de la fotocopiadora. Si utiliza el hotel para su noche de bodas, la espectacular vista a cientos de tanques de combustible harán que usted y su pareja se sientan como en Dubaí pero a bajo costo. Eso sí no se le ocurra prender el famoso “cigarrillo de después”, a ver si aparece en serio en Medio Oriente por efectos de la onda expansiva.
Por favor, gobernantes y gobernantas; tal vez Córdoba fue una señal. Están a tiempo de detener una locura edilicia de proporciones. Si la Isla Demarchi es lo que es, piensen que tal vez sea así porque nada puede desarrollarse si primero no mudan los tanques y el peligro que albergan en su interior a otra parte. Al menos por una vez, no dejen que caprichos adolescentes o negocios suculentos pongan en juego la vida de miles de compatriotas o extranjeros de buena voluntad que lleguen a habitar esa para nada saludable porción de nuestra patria. Un fuerte abrazo solidario a los cientos de cordobeses que perdieron todo, tal vez porque nadie hizo nada.