Una nueva semana, una nueva columna, un nuevo enojo en algunas estructuras castrenses y en muchos despachos políticos. Un nuevo “desafío” de un columnista que se atreve a hacer uso de la palabra portando una foto de uniforme. Osadía extrema de alguien que no se educó en los claustros de ninguna facultad de ciencias políticas, sociales o filosóficas; que muy por el contrario transitó su adolescencia y juventud en las aulas de diversas escuelas e institutos de la Armada y adquirió un tibio barniz universitario al cursar la Universidad de la Marina Mercante. Tal vez visto desde cierto ángulo tengan razón quienes sostienen que un uniforme (aunque sea mostrado en una simple foto) limita a quien lo porta a expresar sus sentimientos, pareceres o sensaciones ya que si bien pueden ser expresiones personales comprometen a la entidad que proveyó el ropaje institucional…
Mucho puede criticarse, desde pedestales pedagógicos de alto nivel, a los métodos de educación de los institutos militares. Si bien es cierto que mucho antes que renazca la patria de la mano del Modelo y su Relato, los distintos responsables de las áreas de educación de las fuerzas armadas comprendieron que era necesario profesionalizar la educación militar. Coroneles portando varoniles bigotes y gruesa voz de mando comenzaron a ceder terreno a una cada vez mayor cantidad de profesores civiles y la profesión militar comenzó a ser permeable a la interacción de sus cuadros superiores con la actividad universitaria. Se pasó de conceptuar negativamente a los oficiales que cursaban carreras civiles, a estimular estas actividades e incluso a armar perfiles de individuos aptos para dedicarse a la educación. En los 90 comenzaron a ver la luz los institutos universitarios de las FFAA y en la actualidad todas las FFAA y FFSS proveen a sus egresados no solo de un grado militar o policial sino además de un título universitario con nivel de licenciatura.
Ahora, claro, como usted comprenderá amigo lector, un liceo militar no es un liceo de señoritas (aunque las hay y con altísimos niveles de rendimiento), se supone que estos institutos de formación preuniversitaria educan a quienes voluntariamente los eligen con formas un tanto más rígidas que un secundario común. De hecho sus egresados son formalmente revestidos con un grado militar que los habilita para empeñarse en la defensa armada de la patria en caso de guerra. Su condición de “Oficiales de reserva” no es ni simbólica ni honorífica. La misión primaria de un liceo militar es la formación de ciudadanos que, una vez egresados, elijan carreras civiles pero que sean portadores de principios, valores y destrezas que los habiliten a armarse en defensa de la patria
Fundado en 1947, el Liceo Militar General Espejo, pretende (o pretendía) ser uno de esos institutos formadores de hombres de bien comprometidos con la patria. Por sus aulas pasaron muchos hombres devenidos luego en Almirantes o Generales de la Nación, pero también comprometidos con la política como el actual gobernador de la provincia de Mendoza y el ex vicepresidente Cobos. Sus valores formativos han acompañado el cambio de paradigma cultural del país, modificando ligeramente sus objetivos institucionales. Me permito “robar de la propia página web de la institución uno de ellos: “Desarrollar una educación que estimule la comprensión y el compromiso con los valores éticos y democráticos de participación, libertad, paz, solidaridad, justicia, respeto a la diversidad y a los derechos humanos, responsabilidad, preservación del patrimonio natural y cultural y bien común, insertos en nuestra Constitución Nacional.”
El precepto arriba enunciado parecería darse un poquito de patadas con la “ travesura” de un grupo de jóvenes uniformados que, totalmente comprometidos al parecer con la “igualdad de género”, travistieron el busto del General San Martín (por si no lo recuerdan los más jóvenes, hablamos del Padre de la Patria; el Libertador de Argentina, Chile y Perú , el que hablaba con Bolívar de verdad, el que en el ranking de personajes notables de la Argentina está varias decenas de puestos adelante que Néstor, Carlos Saúl, Raúl Ricardo y obviamente que Ella). Lo mismo hicieron con la imagen del General Espejo (quien le da nombre al instituto) pero si se le animaron al Libertador, fue una suerte que la imagen de Espejo aún se mantenga en su sitio
Mire, querido amigo, no pretendo ser mesiánico. Sabemos que San Martín está en la gloria eterna; ese bronce y todos los que lo recuerdan no son San Martin. Una imagen, sea patriótica o hasta incluso religiosa, es simplemente eso, una imagen. Pero también es cierto que de acuerdo al entorno en el que se encuentran su valor ceremonial los eleva bastante por encima de su constitución material. La cruz en el altar; la estrella en la sinagoga y el busto de San Martin en un claustro militar son objetos de veneración, de culto o al menos de respeto en el último de los casos citados
¿Podría imaginar usted a jóvenes seminaristas “adornando” la cruz o alterando las facciones de la Virgen maría para celebrar su ordenación?
Hay en realidad algo más grave que la travesura de los ya casi Subtenientes de la Nación que se burlaron del único militar que tal vez deberían tomar como ejemplo de vida. Me refiero a la políticamente correcta justificación de las autoridades militares del Liceo Espejo. “Las acciones de los cadetes fueron realizadas con permiso; luego del festejo todo quedó limpio y en su lugar”
El director del Liceo Militar luce con orgullo en la página web del instituto que dirige su uniforme de coronel de la Nación. Coronel del ejército de San Martín. Me cuesta creer que está convencido de los argumentos que utiliza para intentar convencer al resto de sus conciudadanos. Pero si como nos dice es solo una broma, lo invito a arengar a sus cadetes para que portando sus castrenses atuendos hagan lo mismo con imágenes que representen a los siguientes pro hombres de la humanidad: Néstor Kirchner, Ernesto Che Guevara; Rodolfo Walsh, Fidel Castro y hasta me atrevería para que no me tilden de sexista a incluir en la lista a la ahora generala Juana Azurduy.
Mientras Colón sigue en el piso, Sarmiento es ridiculizado en Paka Paka, y Roca viene en baja, creíamos que San Martín estaba libre de pecado ideológico pero, por lo visto, lo que cadetes con estado militar han hecho con su imagen deja a la melliza griega totalmente absuelta de culpa y cargo por haberse pasado la bandera nacional por allá…
Ya lo sé, amigo lector, mis criticas semanales a los próceres vivientes de la nueva Argentina me quitan todo tipo de autoridad moral para reprochar a los jóvenes cadetes por su chascarrillo adolescente. Pero sí me voy a permitir dirigirme al Sr. Director del Liceo Militar General Espejo robándole el concepto a un amigo: Discúlpeme “Mi Coronel”, hablando casualmente del nombre de su liceo. Tome usted un espejo y mire fijamente su propia imagen. Piense si luego de este bochorno tendrá la autoridad moral para dar una orden a alguien. Reflexione sobre si tendrá la posibilidad de sancionar a algún subordinado que cometa una falta menor. Considere si podría seriamente rendirle honores con su sable al padre de la patria. Luego tome un papel y aunque más no sea a mano alzada haga lo único que le queda por hacer: pedir el retiro. A esta altura de las circunstancias su uniforme se parece a un disfraz, que además le queda grande.