Dicen los que dicen que saben que una vez asumido el nuevo Gobierno 35 generales, 15 brigadieres y 10 almirantes pasarán a retiro junto con las tres edecanes, una de las cuales, a pesar de haber ascendido a general, no fue incluida en la galería de generales que el Ejército argentino exhibe en su página web.
Si bien los números parecen elevados, al menos para el caso de la Armada, conociendo la gran cantidad de almirantes que en forma entusiasta se declararon soldados de Cristina, si algún ánimo de revancha anidara en los corazones de los nuevos funcionarios, la nómina de desplazados sería mucho mayor.
De acuerdo con el entorno del futuro ministro de Defensa, los cambios se harán sin apuro, lo que permitirá ver a esos soldados que amenizan sus viajes en avión con literatura biográfica de Él o de Ella pegar las manos y golpear los tacos con la misma devoción republicana al nuevo comandante en jefe. Al fin y al cabo un mes más de auto y vivienda oficial no se puede despreciar.
Por esas cosas raras del destino, hace un año un ignoto diputado nacional, vicepresidente de la Comisión de Defensa del Senado, asesorado por algunos marinos y peritos navales, pedía reiteradamente informes sobre una alocada compra de cuatro vetustos remolcadores rusos buenos para nada que serían adquiridos para llenar con más basura la ya de por sí inoperable flota de nuestra marina militar.
Fieles al estilo k, los altos mandos navales ignoraron el pedido, cumpliendo en rigor de verdad lo ordenado por el saliente ministro de Defensa Agustín Rossi (el papá de Delfina). Pero el diablo metió la cola y ese desconocido señor será en las próximas horas el ministro de Defensa de la nación. Ahora lo deberán convencer de que la falta de respuesta fue culpa del correo. Pero un poco de la inexistente dignidad indicaría que muchos deberían hacer otra cosa.
Las “modernas motonaves” fueron recibidas con orgullo el pasado sábado. Se podía apreciar que sus cascos grises (recién pintados) ya lucían oxidados, fruto obviamente de un maquillaje ligero efectuado para la ocasión, pero de tan mala calidad que 30 días de alta mar dejaron la maniobra al descubierto. Una recorrida por los puentes de comando permitía ver que en plena era de las comunicaciones satelitales el sistema telefónico de a bordo tiene teléfonos a disco (al mejor estilo Entel, ¿los recuerda?)
Y me permití arrancar con esto, querido amigo lector, porque por estos días estamos demasiado entretenidos con la increíble situación dada a partir del último capricho de la saliente Presidente por la entrega del bastón y la banda (Cuando se habla de entregar la banda se hace referencia a la que portará el nuevo presidente, no a la banda que ha saqueado las arcas de la nación en los últimos años). Orson Welles, Federico Fellini, Woody Allen jamás pudieron imaginar algo así. Tal vez esta es la escena que le faltó al memorable film Bananas para llegar al Oscar.
No le he de brindar mi opinión sobre este punto, porque seguro que usted tiene la suya y porque a quién le puede importar lo que este columnista opine al respecto. Sólo me permito recordar que el Presidente de Estados Unidos no recibe ni bastón ni banda, pero sí un maletín con un montón de claves secretas de las que depende que el mundo siga siendo tal como lo conocemos. ¿Se imagina un arma nuclear en manos de una señora caprichosa?
Puedo mechar también un párrafo sobre algunas escenas que incluyen a un coronel del Ejército impidiendo que un emisario trucho se “afane” la banda presidencial de un cuartel. También a la vicepresidente electa comunicándose con el orfebre que hizo el bastón para decirle que aguante un poco con la entrega. El señor Juan Carlos Pallarols interviene en los programas políticos junto con analistas de primer nivel opinando qué hacer con su bonita obra de bien. Ni qué hablar de los invitados de honor que no saben en qué parada del subte bajar el próximo 10.
Este tema tan vergonzoso como superfluo que no nos debe dejar pasar por alto la existencia de otras bandas y otros bastones que el Gobierno saliente deja tirados en varios rincones y que Mauricio Macri y su equipo deberán ir recogiendo a medida que puedan. La lista es casi interminable y abarca todas y cada una de las áreas bajo responsabilidad del Estado nacional.
Me referí a un tema puntual de nuestra Marina Militar, pero ya usted sabe que el estado general de indefensión de la Patria es total.
Deja también, así como al descuido, una base “científica” bajo la condición de enclave soberano del Estado chino en 200 hectáreas de patria sobre las que nadie sabe en forma fehaciente qué es lo que está ocurriendo.
Se va luego de haber adjudicado decenas de obras hidráulicas, hidroeléctricas y tecnológicas cuyos pliegos y montos de adjudicación han merecido severas críticas; tal el caso de las represas Jorge Cepernic y Néstor Kirchner.
Parte también sin entregar adecuadamente un contrato con Chevron con cláusulas secretas que no llegamos a conocer, un pacto con Irán, millonarias compras de combustible a Venezuela y a otros países que muchas veces han excedido las necesidades, lo que ha generado millones de dólares de pérdida solamente por el pago de la demora de los buques en espera de descarga.
Se aleja con los índices de pobreza, inflación, inseguridad, desnutrición, etcétera sin comunicar ni a usted ni a mí, ni a sus sucesores.
Deja odio, rencor, fastidio social. Deja —no es menos cierto— a una mayoría del pueblo con una gran esperanza de tener un poco mejor futuro o al menos un Gobierno que racionalmente intentará corregir el rumbo.
A esta hora de este día nadie sabe dónde irán a parar los glamorosos atributos del mando presidencial, pero, por favor, superado ese instante “crucial” que cada funcionario ya en su cargo se ocupe rápidamente de todas las demás cosas que esta pícara señora no les ha entregado en la forma y en la ocasión que correspondían.