Todo candidato quiere ganar la elección o por lo menos tener el mejor resultado posible. Lamentablemente, muchos no logran su objetivo, pese a sus cualidades personales y/o su experiencia política. Esto ocurre por varias razones:
- Por no plantearse mentalmente la elección como lo que es: una competencia entre pares.
- Por no evaluar fortalezas y debilidades propias.
- Por desconocer a sus opositores.
- Por carecer de información confiable.
- Por no saber interpretar la información disponible.
- Por carecer de un mensaje atractivo.
- Por no utilizar todas las herramientas de comunicación disponibles.
- Por utilizar incorrectamente los medios de comunicación.
- Por no disponer de una organización acorde al objetivo.
- Por carecer de una estrategia global de campaña.
La competencia electoral se ha ido complejizando año a año. En nuestro país, las lealtades partidarias y las ideologías definidas, tan decisivas en otras épocas, han dado paso a un electorado más libre y que vota en base a motivaciones muy variables, con poca atadura a concepciones rígidas en lo ideológico.
En un panorama complejo y cambiante, ya no resulta suficiente el “olfalto político” del candidato, si éste no va acompañado del uso correcto de técnicas de mercadeo que complementen la intuición política. Tampoco se puede improvisar sobre la marcha, lo que además ocasionaría la pérdida de recursos valiosos (financieros y humanos), siempre escasos en una campaña electoral.
No se gana una elección sólo con voluntad
Ya sea que se quiera acceder a un cargo local o nacional, en el Legislativo o el Ejecutivo, que se trate de una elección para concejal, diputado, senador, intendente o gobernador y que el postulante pertenezca a un partido chico o grande, no puede dejarse solo en manos de quienes rodean el candidato la decisión de cómo organizar la estrategia de campaña. Hace falta una mirada objetiva, que no esté imbuida del afecto personal o la fidelidad y/o admiración partidaria. Es importante que un candidato tenga siempre “los pies en la tierra” y que se maneje con lo que indica la realidad y no sus propios deseos o las expectativas de quienes lo rodean.
Para tener éxito en una elección hacen falta un candidato decidido, un mensaje atractivo, disponer de información confiable y una organización aceitada, todo ello en el marco de una estrategia global de campaña.