Con la naturaleza cambiante de la economía global, y la creciente competencia entre países y empresas por el talento, la educación de calidad es más importante que nunca. Tanto el desarrollo personal como la competitividad nacional dependen de las llamadas habilidades del siglo XXI, habilidades que califican a los trabajadores para tener éxito en industrias de alto valor agregado, y los preparan para ser emprendedores e innovadores.
Así como la revolución industrial generó un cambio de paradigma en los sistemas educativos que llevó a la masificación del entrenamiento para el trabajo, pero que a su vez estandarizó el conocimiento, las transformaciones provocadas por las nuevas tecnologías y la globalización requieren que repensemos las formas de enseñar y aprender, de preparar a los ciudadanos para este siglo que recién comienza.
Educacion 3.0, The Struggle for Talent in Latin America, el libro que recientemente he publicado, busca enfocarse en esta necesidad que existe en el mundo iberoamericano, tanto de América Latina como los más de 50 millones de hispanos que viven en Estados Unidos, de mejorar los sistemas educativos. En todo el continente, los latinos están enfrentando desafíos similares referidos al alto abandono escolar, baja calidad de la enseñanza y una pronunciada desconexión entre lo aprendido en la escuela y las demandas del mundo del trabajo. Las nuevas clases medias que han surgido en la región ponen más presión al problema, ya que justamente, exigen más y mejor educación, a la que antes no podían aspirar.
Introducir innovación en el sistema educativo tiene ahora más relevancia que nunca. Pareciera que promoviendo las mismas políticas educativas de las últimas décadas no deberíamos esperar resultados muy diferentes. Y tampoco pareciera que son más recursos los que necesariamente cambiarán el sistema. América Latina ha venido incrementando su inversión en educación como porcentaje del producto bruto, llegando a un promedio de aproximadamente 4.5% a nivel regional, con algunos países como México y Argentina superando el 6%, y los resultados en las pruebas internacionales no han mejorado.
En muchos casos, actores no gubernamentales están en mejores condiciones para traer estas innovaciones al sistema educativo. Emprendedores sociales, empresarios, organizaciones sin fines de lucro, pueden aportar mucho incorporando nuevas formas de enseñar y aprender, de preparar maestros, de evaluar resultados, e introducir tecnologías en el sistema. Como dice Rebecca Winthrop, directora del Centro de Educación Universal del Instituto Brookings en Washington Dc, “si bien son finalmente los gobiernos los responsables de proveer educación a todos sus ciudadanos, una nueva ola de alianzas no gubernamentales están surgiendo para trabajar en los desafíos que enfrenta el sistema; organizaciones de la sociedad civil, religiosas, e innovadores del sector privado están crecientemente uniendo esfuerzos para mejorar la educación en todas partes del mundo”.
Hay miles de proyectos en la región, como Gente Estratégica en Colombia, fundado por Azucena de Benedetti, formando en habilidades para el trabajo a afro-descendientes desplazados por el conflicto armado, o el iniciado por Fernando Zulueta que fundó Académica una red de más de 60 escuelas charter en el estado de Florida. Claudio X Gonzalez dejó el sector para lanzar Mexicanos Primero, una institución sin fines de lucro que promueve la reforma educativa en Mexico, o World Fund preparando maestros en Brasil, el Instituto Santo Domingo, fundado por Osvaldo Masini preparando adultos que no completaron su educación formal en Argentina. Estos emprendedores, mujeres y hombres, sociales y privados, están impactando a miles de estudiantes y maestros, y de esta manera promoviendo casos exitosos que luego puedan ser multiplicados por los estados nacionales y locales.
Es difícil para los gobiernos innovar, pero no dejan de tener un rol importantísimo en asegurar que la oportunidad de educación de calidad la tengan todos los estudiantes, en particular los de menores recursos. Es aquí donde converge la Educación 3.0, en un sistema más flexible, donde puedan surgir nuevos actores, nuevos proveedores de educación, nuevos modelos, donde haya más lugar para emprendedores, para innovadores, para el uso de las nuevas tecnologías. Pero donde los Ministerios de Educación continúen asegurando que los servicios de estos nuevos actores sean de calidad, sin regular excesivamente la entrada al sistema, pero siendo inflexibles en el garantizar que todos provean calidad educativa.
Encontrar la forma de mejorar la educación, a través de traer innovación al sistema, como ha ya pasado en todo el resto de sectores de la sociedad, es tal vez el desafío más importante que tengamos como generación, y lo único que permitirá que como países y como región sigamos avanzando en el camino del desarrollo.