Para muchos, América Latina está asociada a una larga lista de atributos negativos: narcotrafico, corrupción, violencia pandillera y crimen organizado. Sin embargo, nuestro nuevo reporte Harnessing Social Impact Investing in Latin America ayuda a contrarrestar algunos de esos mitos. En efecto, en el campo de la inversión social de impacto, la región se ubica a la vanguardia de las nuevas tendencias globales.
El informe, publicado por el Atlantic Council, demuestra que la inversión de impacto – el uso de fondos y herramientas de inversión para financiar programas y emprendedores que generan ganancias a la vez que brindan servicios públicos esenciales –está alcanzando un punto de inflexión en la región. Bajo el subtítulo “Capital Privado para el Bien Público”, analizamos cómo emprendedores e inversores contribuyen con el progreso social en los ámbitos de la educación, la salud pública y otros sectores de impacto.
En el 2013 el 19% de las inversiones de impacto a nivel global estaban dirigidas hacia firmas y organizaciones situadas en América Latina. Ello aun a pesar de que sólo el 4% de los inversores globales de impacto se encuentran basados físicamente en la región. Un motivo fundamental de la popularidad de América Latina entre estos inversores es la demografía. La clase media se ha expandido de un modo dramático en la última década, acompanada de un crecimiento económico sostenido y programas gubernamentales que sacaron a miles de familias de la pobreza.
La creciente clase media demanda a los gobiernos una mejora en los servicios sociales, desde la educación hasta la vivienda y la salud. Hoy, el 20% de la población tiene entre 15 y 24 años de edad, y cada vez más de ellos –conocidos como “NiNis” (ni estudian ni trabajan)— tienen pocas oportunidades en el mercado laboral. Aquí, la inversión de impacto puede ofrecer nuevas alternativas a través de la educación técnica y la formación para el trabajo. Como el columnista del New York Times David Brooks escribió recientemente, “no sustituirá al gobierno o será la panacea, pero es una herramienta más para atender a problemas sociales”. En otras palabras, donde los gobiernos llegan a un límite, el sector privado puede ayudar.
La tecnología también es un factor clave. Los jóvenes de hoy son “nativos digitales” en una región donde la penetración de Internet crece rápidamente y se espera que en 2015 sobrepase el 54%. Los millenials latinoamericanos exhiben un espíritu emprendedor y una marcada preocupación por la justicia social, dos ingredientes claves para inversiones de impacto exitosas.
Entonces, ¿de qué se tratan puntualmente estos programas? Nuestro informe examina diversos casos liderados por el sector privado, agencias gubernamentales y organismos multilaterales –llamados los rayos de la rueda de la inversión de impacto.
Algunos de los fondos privados más exitosos incluyen al brasileño Gera Venture Capital, el fondo mexicano IGNIA, o el fondo regional Elevar Equity. Elevar, por tomar un caso, distribuyó US$94 millones a más de 11 millones de hogares a través de servicios como microcréditos, salud rural y préstamos hipotecarios, con ROI’s superiores al 20%. Los fondos multilaterales, asimismo, como el Fondo Multilateral de Inversión (FOMIN) del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), juegan un rol fundamental.
Junto con ellos, se encuentran los propios emprendedores, como el Grupo Compartamos, el mayor grupo de microfinanzas en la región, con más de 2.4 millones de clientes. Otro start-up mexicano, FINAE, ofrece préstamos de bajo costo a miles de estudiantes mexicanos. El informe argumenta que, aunque el emprendimiento social es motorizado por el sector privado, los gobiernos tienen un importante papel, ya que proveen reglas de juego claras e invierten en infraestructura estratégica, como internet de banda ancha. Los gobiernos también pueden absorber parte del riesgo al apoyar iniciativas prometedoras que se encuentren en estadios incipientes.
Este último rol viene siendo asumido por incubadoras de negocios con respaldo público en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, y México. Start-Up Chile es quizás el más aclamado, y a traves del caul el gobierno chileno ofrece directamente capital semilla de hasta US$40.000 a emprendedores calificados. El Instituto Nacional del Emprendedor (INADEM) en México e IncuBA en la Ciudad de Buenos Aires son otros dos ejemplos del rol promotor que están desempeñando los gobiernos.
Mientras la inversión de impacto aún enfrenta numerosos desafíos en la región –la falta de métricas consistentes, la escasez de capital inicial—estos casos de éxito demuestran que los proyectos bien manejados pueden tener impactos sociales significativos. El desafío que tenemos por delante es encontrar el modo de desplegar este potencial –identificar a los emprendedores en los estadios más precarios de desarrollo y conectarlos con las redes de negocios y los capitales adecuados.