Por: Gerardo Codina
Como esos equipos que se desesperan cuando van perdiendo y se acaba el tiempo, ahora el macrismo empezó a correr por toda la cancha, tratando de dejar al menos la impresión de que peleó el partido de la basura.
Hasta acá, todo fue dejar pasar el tiempo. Desde 2007, Macri tiene un cronograma marcado por la Ley N° 1854 de la Ciudad, que establece metas para reducir la cantidad de basura que se entierra en los rellenos de la Ceamse. Nunca intentó cumplirlo.
La ley, conocida como de Basura Cero, disponía para el año pasado que no se pudiera superar las 700 mil toneladas de desechos remitidos. Esa cantidad se alcanzó ya en abril de 2012. Después, sólo fue cuestión de seguir sumando.
La Ceamse, bueno es recordarlo, fue un invento de la dictadura. Una empresa conjunta de la Ciudad y la provincia que nació con la promesa de que enterrando la basura en el Conurbano se recuperarían terrenos inundables y se ganarían espacios verdes para oxigenar la urbe. El sueño de cualquier alquimista: trocar basura por parques. La realidad fue más fea. Los “rellenos sanitarios”, como se los llama, acumulan materiales tóxicos para el ambiente y las personas. El primer relleno en Villa Domínico fue cerrado debido a una movilización vecinal, provocada por una epidemia de leucemia en niños de barriadas próximas a causa de las emanaciones de gases del basural.
En el presente, tres razones justifican dejar de enterrar basura en el Conurbano. La primera es que se agota la capacidad técnica del relleno habilitado en José León Suárez. En abril de este año habrá sido colmado. La segunda: nadie quiere ningún relleno cerca. Todo un logro de la Ceamse después de 35 años: se consiguió mostrar a los habitantes del Conurbano que son peligrosos para la salud de la gente y del ambiente. Por eso también deben cerrarse los rellenos de Punta Lara y González Catán y la Justicia ya dictaminó que no pueden continuar operando. Nadie quiere ser la próxima víctima. Por eso, cuando surgieron proyectos de hacer nuevos rellenos, se movilizaron los que iban a ser afectados en rechazo de la novedad. Así como están las cosas, la Ciudad tendrá que hacerse cargo de su basura, tarde o temprano, lo mismo que cada municipio del Conurbano. La tercera razón es de otro orden. Mucho de lo que ahora se entierra, puede ser recuperado en diversas formas. Se trata de recursos naturales que pueden ser reciclados, sirviendo así a otros fines.
Estas tres razones se conocían en 2005, cuando se sancionó la Ley N° 1854. Al reglamentarla, se fijaron plazos prudentes que permitirían aproximarse por etapas a la meta de procesar la basura en la ciudad. Macri se comprometió a cumplirla. Pero no pasó nada. Sólo el tiempo… Hasta que se acabó.
Ahora, a las apuradas, se intenta resolver lo que no se hizo en seis años. Primero fue la inauguración de una planta de tratamiento en San Martín, para reducir un diez por ciento los enterramientos. Ahora comenzará sus actividades en el Bajo Flores una instalación para recuperar los escombros que se tiran. Todavía falta licitar otras tres plantas que podrían resolver gran parte del problema. Al menos, eso prometen.
Más vale tarde que nunca, dice el refrán. Pero se sabe que es casi imposible dar vuelta un partido cuando falta apenas un minuto. Abril está a la vuelta de la esquina y todavía no se le conocen dotes de mago al ministro Santilli y, mucho menos, a Macri.