Por: Adriana Lara
Para comprender una situación es necesario contemplar todos los aspectos involucrados.
Últimamente, después de algunos hechos tremendos que tomaron dimensión pública (el presunto envenenamiento del profesor Porro, el video del docente golpeado en Formosa, la pelea de las alumnas de Monte Grande, por mencionar algunos ejemplos), se ha retomado el desagradable hilo narrativo abandonado en marzo, que tenía como protagonistas a los docentes y a los alumnos. Los “burros”, como se repitió hasta la náusea en los medios de comunicación durante los 17 días de paro docente (estos últimos, “los vagos”), se han transformado al parecer en homicidas en potencia, en pichones de Circe, en “salvajes”.
Quién diría, la vieja antinomia de la civilización y la barbarie, pulida y remozada por las camaritas de los celulares, en televisión.
Se trata el tema de las “AULAS SALVAJES” en mitad de pantalla, ilustrado profusamente por videos en donde se ven chicas agarrándose a las trompadas y a las patadas como si estuvieran en la jaula de UFC. Algunos canales le ponen una nubecita sobre el rostro, por pudor ( han tomado en cuenta que las gladiadoras son menores de edad). Otros difuminan la imagen (han notado que es muy violenta, quizás, como para que la vean los televidentes mientras almuerzan). Otros ponen el video como está, total, para qué ser hipócritas. Lo musicalizan con heavy metal, que combina muy bien. Mientras desfilan circularmente las imágenes, se habla mal de los alumnos y de los docentes. ¿Y de los padres? Al parecer, por ahora, en el relato de marras, los papis brillan por su ausencia.
Los alumnos, fuera de la escuela, son “menores”. No es lo mismo interpretar un intento de asesinato o una agresión física dentro de la escuela que en un boliche, en la calle, en el ámbito familiar. Estemos o no de acuerdo, la comunidad educativa tiene sus reglas, sus protocolos, sus normativas. Obviamente, si se ha incrementado el nivel de violencia en nuestra sociedad, lo mismo pasará adentro de las escuelas, que forman parte del tejido social. En el modo en que está reaccionando la escuela ante este incremento está el problema que hay que resolver, y de eso deberíamos hablar, con seriedad.
Así como los docentes no somos superhéroes ni estamos capacitados para reaccionar ante una situación que requiere especialistas en contención (recordemos que los docentes están capacitados para enseñar Matemáticas, Química, Literatura, etc. y no para separar contrincantes ni esquivar golpes), los alumnos no son “burros” ni “salvajes”.
Los chicos de la Argentina de 2014 que se comportan de manera violenta (que no son todos, por supuesto) están reaccionando a su manera ante una realidad que los excluye y los agrede, ante la pobreza, la soledad, la disgregación familiar, la ausencia de valores positivos, los mensajes contradictorios que les envía el mundo adulto.
Todos estamos de acuerdo en que la Escuela está cumpliendo actualmente la función de CONTENER. Todos estamos de acuerdo con que los docentes deben ENSEÑAR los saberes y herramientas necesarias para que sus alumnos egresen siendo ciudadanos responsables y capaces de ingresar en el mundo laboral o continuar sus estudios superiores. Falta algo, a todas luces. Los docentes que están conteniendo, no pueden enseñar al mismo tiempo.O, por lo menos, no pueden hacerlo de la mejor manera.
En lugar de continuar descalificando, insultando y echando leña al fuego, incorporemos a las escuelas personal capacitado para contener: es imprescindible y urgente. Una vez que los alumnos estén “contenidos” por quienes saben hacerlo, se podrá comenzar a recorrer el camino arduo que los especialistas llaman “reconstrucción del tejido social”. Así, en el futuro, tal vez haya menos chicos que necesiten ser “contenidos” y las aulas dejen de ser “salvajes” para ser lugares cálidos en donde se construya aprendizaje con respeto y, a veces, los alumnos hagan travesuras.