Por: Gretel Ledo
Empoderar de facultades a instituciones de manera formal y no sustancial implica lisa y llanamente saquear de contenido genuino al fin para el cual fueron concebidas. Otro tanto sucede con nombramientos de funcionarios que aún ni siquiera saben a ciencia cierta con qué logística operativa trabajarán, dónde y bajo qué potestades.
El pasado 17 de agosto se llevó a cabo la XXXIII Sesión Ordinaria del Parlamento del Mercosur en Montevideo, Uruguay, primera en lo que va del año. Allí se definió que los 43 parlamentarios argentinos que serán electos en las elecciones generales del próximo 25 de octubre asumirán sus bancas en el Parlasur el 14 de diciembre, durante la sesión preparatoria que se llevará a cabo en Montevideo y allí prestarán compromiso. De esta manera, oficialmente ya no participarán los actuales senadores y diputados parlamentarios de la delegación argentina.
Lo cierto es que la ley 27.120 de elección de parlamentarios del Mercosur, sancionada el 29 de diciembre de 2014 y promulgada el 6 de enero de 2015, no especifica nada respecto a la partida presupuestaria con la que contarán los parlamentarios para ejercer sus funciones una vez elegidos.
En lo que respecta al Parlasur, la Comisión de Presupuesto y Asuntos Internos aprobó una propuesta de presupuesto que asciende a 2.400.000 dólares para el organismo regional en 2016, de los cuales 761.000 dólares se destinan a gastos de personal -38 funcionarios- que se desempeñan en la sede del Parlamento.
Se afronta un problemática con arista doble. Por un lado, Argentina contará con 43 parlamentarios para el 14 de diciembre sin partida presupuestaria aún sancionada y, por el otro, el presupuesto aprobado por el Parlasur no puede ser ejecutado por completo debido a que los Estados parte del Mercosur no están realizando los aportes pertinentes. A la fecha de hoy el pasivo supera los 4 millones de dólares. Por su parte, Brasil informó que depositó en la cuenta del Parlamento 500.000 dólares, aún así debe 2 millones de dólares.
Parlamentarios que asumen sin partida, un Parlamento que está a la espera del aporte de fondos de cada país miembro y un Protocolo Constitutivo que retacea competencias legislativas son tan solo pinceladas de ilusiones, ficciones de la fantasía, vanas representaciones que piden a gritos rasgar el velo de la soberbia empañado por la ausencia de reconocimiento genuino del cambio.
El mayor de los desafíos es sentarse a la mesa de diálogo llamada sinceridad. La integración descree de las meras manifestaciones volitivas, más bien requiere acciones que perduren en el tiempo y el espacio. El afán diario de la figuración es vanidad de vanidades e inconducente en todas sus posibles manifestaciones.