Por: Gustavo Lazzari
Según todos los manuales de economía cuando la tasa de inflación anual supera el diez por ciento se considera “inflación alta”.
Diez por ciento es una tasa de inflación que durante toda la historia preocupó a todo el mundo. Independientemente que a los argentinos (especialmente) a sus gobiernos les guste y la disfruten, la inflación alta es siempre un problema.
La inflación licúa salarios, pulveriza esfuerzos y constituye un impuesto regresivo sobre las personas de menores ingresos. Los pobres no pueden defenderse del impuesto inflacionario. Lo pagan plenamente mucho más que los ricos. Además la inflación altera el sistema de precios, distorsiona inversiones y reduce la capacidad de ahorro. Necesariamente un país inflacionario se empobrece “pari pasu” la inversión deviene menor y menos eficiente.
El Estado es el único que se beneficia de la inflación y por eso la genera. Con inflación, el Estado recauda, sin legislar, un impuesto sobre los más pobres. Incluso, los gobernantes suelen culpar de la inflación a todos menos a ellos.
Lo cierto es que la inflación es “siempre y en todo lugar un fenómeno monetario”. El Estado crea inflación para recaudar sin que la gente se percate de ello. La causa de la inflación no hay que buscarla ni en los “comerciantes” ni en “los grupos concentrados” ni en los “especuladores”. La inflación es generada por la política expansiva del Banco Central que recibe órdenes del gobernante de turno.
La historia económica argentina del último siglo es la historia del fracaso económico debido a la inflación.
Un argentino que hoy tuviera 100 años, nacido en 1915, habrá pasado el 61% de su vida con inflación alta. Pero de esos 61 años con inflación superior al 10% en la Argentina habrá sufrido 17 años con inflación superior al 100% y 44 con inflación superior al 20%.
Sólo durante 39 años habrá tenido una tasa de inflación que le permitió ahorrar e invertir. Lamentablemente para nuestro anciano amigo 13 de esos 39 años sucedieron cuando tenía menos de 15 años y otros 8 cuando, en los noventa, cuando ya estaba jubilado.
Quiere decir que una persona que hoy tuviera 100 años pudo vivir en un país estable sólo en 16 años de su vida económicamente activa.
Un adulto de cincuenta años vivió con inflación alta (superior al 10% anual) el 78% de su vida. Le tocó sufrir la hiperinflación de 1989 justo a la mitad de su vida y sólo gozó de inflación baja durante 11 años (menos de tres mundiales).
Un niño que hoy tiene diez años ha soportado inflación elevada durante el 90% de su vida.
En cambio en Alemania, país pobre según el discurso oficial, un anciano de 100 años sólo sufrió inflación alta el 10% de su vida. Cuando de niño sufrió la peor hiperinflación del siglo XX.
Luego en los años 1946 y 1948 (post guerra) la tasa de inflación alcanzó 11 y 14% respectivamente.
Desde allí, la tasa de inflación alemana nunca superó el 5%. En los últimos 20 años no superó el 2% anual.
Alemania tuvo en los cien años de nuestro ejemplo muchos otros problemas. Y con sangre, sudor y muchas lágrimas los ha superado.
Nuestro país también sufrió problemas, pero lamentablemente parece que no hemos superamos ninguno. En especial, la soberbia de nuestros gobernantes