Por: Horacio Minotti
Es un caso muy particular el de Elisa Carrió. Es la anticampaña. No por este preconcepto generalizado y ridículo de que la campaña no debe ser enérgica o “agresiva” que se ha adoptado últimamente, basado en el “fenómeno Scioli” que indicaría que lo aconsejable es la tibieza anodina y el mensaje vacío. No concuerdo con eso. La campaña debe ser lo que el candidato es. Y hay temas que requieren ser evaluados prudentemente y otros con arrolladora energía.
Pero Carrió la emprendió contra otros candidatos con los que selló una alianza, y con los que va a compartir lista. Y en ese punto está el disparate. Llamó cobardes y blandos a competidores en la primaria del espacio UNEN que conformó hace solamente unos días. ¿No eran cobardes y blandos cuando cerró su acuerdo hace menos de un mes? Las primarias son algo que nunca se le ha explicado bien al ciudadano, y que encima, los partidos políticos han tratado de tergiversar, llevando casi siempre listas únicas, de modo que el elector no entienda bien por qué vota dos veces lo mismo. Y en ese punto, el espacio UNEN constituyó una excepción: se abrió a dirimir la interna por el voto popular en la Ciudad de Buenos Aires, y presentó cuatro listas.
¿Cómo funciona esto? De acuerdo al voto popular en esta primaria, se definirá cuál será la lista definitiva para la elección general del 23 de octubre, la que realmente determina quién será legislador. Y las dos categorías que se votan (senadores y diputados), se definen de modo diferente. En cuanto a los candidatos a la Cámara Alta, que son solamente dos, el que gane la elección llevará ambos candidatos del espacio para la general. Respecto a los candidatos a Diputados, la lista definitiva se conformará integrando proporcionalmente a los miembros de las cuatro listas que compiten, de acuerdo con la cantidad de votos recibidos.
Por ende, Carrió, que es precandidata a diputada, deberá compartir lista, aun en caso de imponerse en esa primaria, con Ricardo Gil Lavedra y Martín Lousteau por ejemplo, es decir, los “cobardes y blandos”. Lilita sabe esto perfectamente. ¿Cómo es que comparte una alianza, es decir un espacio que se conforma voluntariamente a pocos días de una elección, con gente que merece tal desprecio? ¿Cuál será su estrategia electoral para la general? ¿Dirá “no vote mi lista, está llena de cobardes y blandos”? O en caso de ganar la primaria y encabezar postulará “vótenme solamente unos 60 mil ciudadanos así soy electa solamente yo”.
En realidad, el suscripto no discrepa demasiado con los conceptos vertidos por Carrió. Es cierto que buena parte de los sectores con los que se ha aliado han sido extremada y sospechosamente complacientes con el poder estos diez años. Incluso su propio candidato a senador nacional, Pino Solanas, ha sido casi un apéndice kirchnerista en Diputados. Si se revisan sus votaciones, salvo en los temas de calidad ambiental, Pino ha sido un oficialista más. Y tampoco la ha acompañado en sus denuncias.
La diputada Carrió, además, se enojó con los candidatos radicales y se preguntó: ¿cómo puede ser que Coti Nosiglia y Jesús Rodriguez sigan controlando el radicalismo de la Capital? Todos nos hacemos la misma pregunta. Hay una respuesta: forman parte de la reducida oligarquía partidaria que controla absolutamente todo con manu militari desde hace 20 años. Ahora bien, ése es el mismo radicalismo con el que Lilita pactó. Ahora y también en 2009.
En aquella ocasión, acordó justamente con ambos capitostes radicales para conformar lo que llamó el Acuerdo Cívico y Social y compartió lista con el mismo Gil Lavedra. Incluso, en la lista de candidatos a legisladores de la Ciudad, que encabezó quien ahora la secunda para diputado nacional en esta elección, Fernando Sánchez, incluyó en lugares clave, que terminaron ingresando a la Legislatura a Rubén Campos, por impulso de Nosiglia y a Claudio Pressman, por iniciativa de Jesús Rodriguez.
¿Por qué pacta Carrió sistemáticamente con esta gente si le resulta tan despreciable? Personalmente creo que dichos personajes han enterrado para siempre a un partido histórico y centenario que fue clave en los procesos políticos más importantes de la historia argentina. Son, junto con otros cinco o seis de sus colegas, protagonistas de una hazaña épica: destrozar parte de la historia argentina. Pero la blonda legisladora no deja pasar elección sin acordar con esos “buenos muchachos”.
Por otro lado, la referente de la Coalición Cívica la emprendió con Ricardito Alfonsín, esgrimiendo que en su momento rompió el mencionado Acuerdo Cívico y Social porque el hijo del prócer “se reunía con Julio De Vido”. ¿Y cuándo se enteró Carrió? ¿Vive en un frasco? Porque eso lo sabía todo el mundo antes de la elección. Le achaca a Lousteau la resolución 125, la crisis del campo y haber sido K. ¿Se acuerdo ahora? ¿Por qué no lo hizo antes de pactar la alianza y simplemente no se alió?
Lilita es, en buena parte, como es el resto, porque es producto de “aquella” política. Seguramente más honesta, eso no me atrevería a dudarlo. Pero tiene una concepción autoritaria de la construcción. Jamás ha permitido elecciones internas en los espacios que condujo. Ni en el ARI ni en la Coalición Cívica. Ha conformado las listas “a dedo” con sus preferidos. Y se ha aliado con gente a la que rechaza por conveniencias electoralistas. Como en este caso. Todo (o al menos buena parte) lo que dice, es cierto.
Pero todo (o al menos buena parte) lo sabía con antelación como lo sabe todo el mundo. No robar y hasta denunciar a los que lo hacen, es loable, y en este contexto político, hasta una distinción, una medalla. Pero no puede ser la única virtud. Y en los demás aspectos, Carrió ha mostrado ser demasiado dependiente de aquello que dice aborrecer.