Concluyó en Viena la Tercera Conferencia sobre el Impacto Humanitario de las Armas Nucleares, que congregó a representantes de 160 Estados, de organismos internacionales y de organizaciones no-gubernamentales. Este encuentro está dedicado a alertar al mundo acerca los peligros de la posesión y uso de tales armas y a debatir su potencial abolición.
Los dos hitos de mayor importancia en esta Conferencia fueron sin dudas la participación inédita de Estados Unidos y el Reino Unido y la Carta enviada por el Papa Francisco.
Estados Unidos y el Reino Unido, ambos poseedores en forma legal de armas nucleares en virtud del Tratado de No Proliferación (junto con Rusia, Francia y China) han aceptado ser parte de los debates por primera vez. En las dos Conferencias anteriores, Oslo en 2013 y México en febrero de este año, ninguno de los cinco Estados estuvo presente, negándose rotundamente a participar.
En aquel momento muchas voces, incluyendo las nuestras se alzaron instando a estas naciones a aceptar cuanto menos el debate pero no fue posible. Sin embargo, esto se logró ampliamente en esta Conferencia, aunque ambas potencias indicaron que estaban a favor del desarme nuclear pero no de la prohibición de las armas nucleares. La explicitación de tal posición no debe opacar en sí el gesto de participación, que debe ser tomado como un paso de buena voluntad en un camino plagado de creencias en la relevancia de las armas como factor de seguridad y por qué no de intereses de los “establishments” nucleares de tales Estados para fabricarlas y mantenerlas.
Lo verdaderamente positivo es que aunque los gobiernos de los países poseedores y sus aliados mantienen firme su confianza en las armas nucleares como base de sus estrategias de seguridad, muchos líderes de opinión y las sociedades mismas están tomando la delantera en la dirección opuesta, con una mayor conciencia de que las armas más que beneficios implican profundos riesgos. Así, un grupo de cerca de 120 líderes prominentes de 46 países, incluyendo siete de los nueve que poseen armas nucleares- los cinco antes mencionados más India y Pakistán- unidos en una red internacional que trabaja por un mundo más seguro, han hecho llegar al Presidente de la Conferencia una carta que incluye una propuesta de acción de cuatro puntos centrado en la prevención. Se trata de prevenir que las armas no sean utilizadas y que los materiales para fabricarlas sean utilizados para proliferación, por estados o por terroristas. Esta propuesta complementa en el corto plazo el objetivo de desarme total, irreversible y verificable, a través del control de armas y materiales sensitivos como paso intermedio.
El segundo hito de gran importancia ha sido la carta a la Conferencia enviada por el Papa Francisco, en la que apoya la visión de un mundo sin armas nucleares.
Esta carta es inspiradora en muchos sentidos sobre todo para aquellos que trabajan para un mundo más seguro. Francisco coincide con los expertos en que los efectos catastróficos de la detonación de un arma nuclear serían de alcance planetario y que por ende las armas nucleares son un problema global que afecta a todos, sin excepción. Plantea que la disuasión nuclear y la amenaza de la mutua destrucción asegurada no pueden ser base de la coexistencia pacífica entre las naciones, indicando que los jóvenes de hoy y mañana merecen mucho más que eso. Propone contrarrestar la lógica del miedo con la ética de la responsabilidad para hacer crecer la posibilidad del diálogo entre naciones.
También se refiere a la manera en que los gastos en arsenales nucleares erosionan el bienestar de los pueblos, siendo los que menos tienen los que pagan las consecuencias. Como se sabe, las potencias gastan alrededor de 11 millones de dólares por hora para mantener sus arsenales y, dado el contexto actual percibido como más inseguro, se han embarcado en planes de modernización que incrementan significativamente dichos costos.
Francisco llama también a un debate interno en las sociedades de los países nuclearmente armados, al diálogo entre ellos y también al diálogo transversal entre los poseedores de las armas y los que no las poseen.
Es positivo que Francisco haya explicitado todas estas ideas en una forma tan clara en un momento internacional en que los logros post-guerra fría en cuanto a distensión y cooperación entre estados se están revirtiendo a pasos agigantados, debido a los conflictos regionales y a un recrudecimiento del fundamentalismo y del crimen organizado.
La decisión de la Santa Sede de elevar el perfil en estos temas tan cruciales ha causado gran impacto internacional y será sin dudas un poderoso catalizador para que muchos otros actores con poder de decisión tomen un mayor protagonismo para avanzar con convicción hacia un mundo sin armas nucleares.