Por: Ismael Cala
Somos personas prósperas cuando logramos lo que nos proponemos. Es común vincular prosperidad con abundancia material, sin embargo, también tiene mucho de espiritual, porque, por lo general, libera al ser humano de congojas existenciales, le proporciona paz y estabilidad emocional.
Digo “por lo general” porque algunos amasan una riqueza material nada despreciable, pero no gozan de prosperidad emocional ni espiritual. Estas personas no se sienten afortunadas. Son las que, más que disfrutar lo que tienen, padecen lo que no tienen. Una persona no próspera, económica o espiritualmente, es un ser frágil en medio de una sociedad moderna, exigente, tecnificada y dominada por las leyes del mercado.
El feng shui, un antiguo sistema filosófico chino de origen taoísta, afirma que la prosperidad está vinculada con el ordenamiento del entorno físico. Es muy acertado ese criterio, pero para poder ordenar el entorno físico es imprescindible primero organizar ideas y propósitos.
Comparto siete puntos que pueden ayudar a alcanzar la prosperidad:
1. No salir a enfrentar la vida sin tener los objetivos claros. O sea, estar realmente convencidos de lo que queremos y de cómo podemos lograrlo.
2. No fantasear en nuestras aspiraciones. Ser realistas, aunque sin abandonar nuestros sueños ni la imaginación.
3. Aprender siempre. Sacar provecho de todas las enseñanzas de la vida, de las experiencias positivas y negativas. No solo de las nuestras, sino también de las de los demás y, sobre todo, saber escuchar.
4. Mantener el equilibrio en la vida. Estar en armonía con la familia, los amigos, la salud y con quienes nos acompañan en el propósito de lograr los objetivos.
5. No dejarnos arrastrar por un fracaso aparente o real. Mantener las expectativas y no ceder nunca en las aspiraciones.
6. Enfrentar la vida con optimismo y confianza. Evitar a las personas negativas, pues contaminan la mente y el espíritu.
7. Celebrar siempre los logros y los objetivos cumplidos, por pequeños que sean. Eso nos ayuda a mantener altos la motivación y el optimismo.
Vivamos convencidos de que la prosperidad existe y de que podemos alcanzarla con voluntad, trabajo e inteligencia. Su ausencia temporal no es motivo de desdicha. Como dijo el gran maestro Sócrates, desdichado es quien no cree en la prosperidad ni cuando ella viene.