Néstor, panadero, en sus turnos de trabajo en las madrugadas, luego de vender por la izquierda 60 libras de pan duro al dueño de una cafetería particular, le hace una llamada perdida desde su móvil a un tipo que vive en otra barriada de La Habana.
Es la señal convenida. Unos diez minutos después, el hombre se aparece en una moto. Néstor hace su compra. Dos cigarrillos de marihuana ‘yuma’ por 10 cuc. Y un ‘estuche’ de Ketamina en polvo a 100 pesos.
En el hediondo baño de la panadería prepara un ‘bazuco’. Mezcla la Ketamina con la yerba, y después de liarlo en un papel color cartucho, parsimoniosamente se lo fuma con fruición.
Como complemento, y para ‘cambiar el cuerpo’, hace una ponina con otro panadero y con 2 cuc adquieren medio litro de ron blanco. No todos los enganchados a las drogas fuertes en Cuba tienen los 50 cuc que puede costar un gramo de melca. A veces más caro.
Se buscan entonces otras opciones. La más socorrida es la marihuana criolla, que se puede comprar por 20 pesos el cigarrillo. O las pastillas de Parkisonil, ofertadas en La Habana clandestina entre 20 y 25 peso cada tableta.
Pero hay muchas y variadas formas de ‘volar’. Según Yulieski, un marginal de arrabal y drogadicto consuetudinario, hay una lista de medicamentos que dejan un efecto de euforia parecido a cualquier droga, además de ser más baratos. Desde la Homatropina en gotas hasta inyecciones para el asma.
Quienes trabajan en turnos de noche, como el panadero Néstor, ya se han acostumbrado a empastillarse o a fumar marihuana, para ahuyentar el sueño y el cansancio.
Pero es entre la ‘farándula’, como llaman a la gente habitual a clubes y discotecas de moda, donde las drogas y sicotrópicos causan furor. Muchos de los que concurren, y su cartera les permite pagar cover de hasta 10 pesos convertibles, cargan en los dobladillos de las chaquetas o dentro de sus cajas de cigarrillos, un gramo de cocaína, pequeñas piedras o porros de marihuana.
“La manera más rápida de ligar buenas hembras es portando piedra o polvo. Es tan importante como tener dinero o un coche. Por lo general, después de la disco, se montan fiestas particulares en la playa o en una casa regada con bastante licor, sexo y drogas”, explica el ‘farandulero’ Yasmani.
“Algunos músicos de reguetón son enfermos al polvo y la yerba, también hijos de pinchos (dirigentes) e intelectuales de renombre”, asegura Yasmani. Las drogas y pastillas, junto al alcohol, son protagonistas importantes en la noche habanera.
Lo peor, además de los efectos nocivos que causan al organismo, es que más jóvenes se están volviendo drogadictos. Al principio parece un hobby inofensivo. Y lo hacen “para cambiar el cuerpo”, como le gusta decir al panadero Néstor.
Luego se transforma en una necesidad indetenible. El propio Néstor, gracias a la venta de pan, harina o aceite por debajo de la mesa, en una madrugada se busca hasta 500 pesos. De un tiempo acá, debido a su adicción excesiva a las drogas, llega a su casa con los bolsillos vacíos.