Cuando llega el viernes a Olga Lidia ya se le acabaron las croquetas de 5 pesos (0,25 centavos de dólar) vendidas en algunos mercados del Estado. No tiene dinero para comprar un pomo de mayonesa en las tiendas por divisas y en su refrigerador tampoco hay salchichas de pollo ni queso crema.
Además del desayuno, a sus hijos debe prepararles la merienda escolar. Debido a la mala calidad del almuerzo en el comedor de la escuela primaria donde estudian, Olga Lidia intenta garantizarles cada día una merienda decente.
“No es fácil. Trabajo en ETECSA (la telefónica estatal) y vendo en 45 pesos (casi dos dólares) el sándwich y el litro y medio de refresco que me dan de merienda, porque no tengo almuerzo en el trabajo. Con los 225 pesos semanales (10 dólares) compro croquetas, salchichas y queso crema para prepararle las meriendas. Yo desayuno pan con aceite y ajo, un poco de café ligado con chícharos, del que venden por la libreta. A veces almuerzo espagueti que llevo de la casa. En eso se me va parte de mi salario y los 225 pesos semanales que me busco”, relató.
A pesar del agobio, se considera afortunada. ETECSA es una de las pocas empresas en Cuba que paga entre 20 y 35 cuc (moneda convertible) mensuales en estimulación salarial a sus empleados.
“Los ‘chavitos’ (divisas) se evaporan en comprar aceite, detergente, jabones y algo de comida. Cuando a mis hijos se les rompen los zapatos, entonces la cosa se complica. Ni mi esposo ni yo tenemos familia en el extranjero que nos envíen dólares. Tenemos que ‘inventar’ cómo buscarnos pesos convertibles para vestirnos, calzarnos y pasear de vez en cuando”, confesó.
Sandy, el esposo de Olga Lidia, es ingeniero civil. Pero hace año y medio quedó “disponible” en su empresa. “Disponible” es un eufemismo del régimen para referirse a lo que en el mundo capitalista se llama desempleado. Cuando en un país como Cuba usted se queda desempleado las consecuencias no suelen ser tan terribles: depende de la autoestima y creatividad de una persona. Porque el salario nunca ha representado nada significativo en la planificación familiar. Sandy se lo tomó con calma. “En la empresa me buscaba mis pesos extra vendiendo materiales de construcción. Tenía buenos contactos. El problema es que no disponía de dinero para invertir en la compra de cerámica o cemento. ¿Quién me lo podía prestar? Un socio del barrio, que es banquero de la ‘bolita’ (juego ilegal) me prestó 5.000 pesos (220 dólares). A pagar a largo plazo”, afirmó.
Junto con un amigo compra materiales de construcción que luego revenden. “No obtengo grandes beneficios. Consigo 1.000 pesos o un poco más todos los meses. Pero estamos creciendo. También me dedico a comprar y revender combustible. Gano más que cuando ejercía como ingeniero. Es cierto que se corre el riesgo de ser pillado por la policía. Pero en Cuba casi todos andamos en negocios clandestinos. El que no roba en su fábrica, le echa agua al ron en la barra de un bar. Se ha convertido en un estilo de vida. El que nos ha impuesto un gobierno ineficiente”, señaló.
Olga Lidia se compara con otras familias del vecindario. “Es penoso que dos personas con títulos universitarios nos veamos obligados a estar en el ‘trapicheo’. Es lo que trajo el barco. Hay familias en mi barrio que están peor. Una sola comida al día y hasta los ancianos tienen que salir a la calle a vender maní o cigarrillos sueltos. Nosotros ni pensamos en el futuro. ¿Irnos de Cuba? Si no tenemos a nadie en el extranjero. La política no se come. Después de Raúl Castro no sé qué vendrá. Creo que peor no vamos a estar. Aunque en Cuba nunca se sabe”, acotó Olga Lidia, quien nunca ha escuchado el nombre de disidentes conocidos fuera de la isla.
El papel de la prensa oficial es para el uso sanitario. Las noticias de radio y televisión poco les importan a Olga y Sandy. A ellos, como a la mayoría de la gente, les disgusta el pobre desempeño económico y mala administración de los hermanos Castro. Pero prefieren quedarse en las gradas.