Por: Jorge Castañeda
¿Qué tiene que ver la liberación de Cassez con la reforma migratoria de Obama? Nada, pensarán algunos, salvo en los delirios de la mente retorcida de quien escribe. O mucho, para otros que piensen más las cosas. Adelantamos aquí que se anunciaría un proyecto de reforma migratoria integral; demostramos que la tesis según la cual la política migratoria de Estados Unidos era de índole interna era falsa. Quisiera agregar razones por las cuales esta tesis, además de ser errónea, contradice lo que acostumbran muchos países y lo que conviene a México.
El gobierno de Francia (tres presidentes, cinco cancilleres, tres embajadores) defendió a Cassez durante siete años por muchas razones, pero entre otras porque asumió la obligación de hacer lo mismo con todos los franceses objeto de abusos o detenciones en el extranjero. No se preguntan si esos ciudadanos en apuros son “culpables” o “inocentes”: son franceses. La última preocupación de un gobierno como el de París es si en la defensa de sus conciudadanos “intervienen” o no en los asuntos mexicanos -o de otro país (véase el caso de la intervención fallida en Somalia hace un par de semanas).
No sabemos cuál fue el alcance del despliegue galo en México durante 7 años; sí sabemos que fue visible, en ocasiones estridente, sostenido, y al final eficaz. Algunos discreparon con el hecho mismo del cabildeo, o con su estilo; es una discusión aparte. De la misma manera, algunos norteamericanos pueden hallarse en desacuerdo con determinados estilos de cabildeo mexicano a favor de una reforma migratoria integral, y de la defensa de los mexicanos en Estados Unidos (culpables o inocentes, con o sin papeles). Pero esta no debe de ser una preocupación central de México.
He escuchado un argumento simplista y tonto: que la reforma migratoria de 1986 (IRCA), presentada bajo el nombre Simpson-Mazzoli en 1982, no fue objeto de ningún cabildeo mexicano (un par de años antes creo que sí hubiera sido cabildeada si el secretario de Relaciones Exteriores de entonces se lo hubiera propuesto al presidente). Pero a partir de 1982 y hasta 1986 el país no estaba en condiciones de cabildear como ahora sería necesario: en febrero de 1982 se devaluó la moneda; en agosto suspendimos pagos; en septiembre se nacionalizó la banca; en diciembre se produjo el cambio de gobierno; y en los siguientes años la agenda de México con Estados Unidos se redujo al apoyo financiero para salir del hoyo; y a evitar una intervención de Estados Unidos en Centroamérica. Además, todo esto fue pre-NAFTA, es decir, antes de que México adquiriera la importancia que hoy tiene para Estados Unidos, antes del enorme flujo migratorio de los últimos 15 años, y antes de la movilización de los latinos en Estados Unidos. Por tanto, si se quiere abogar por la pasividad, sugiero que sus partidarios se busquen un argumento más inteligente.
¿Qué puede hacer México? Primero, darle recursos a los casi 50 consulados en Estados Unidos para que se pongan, como ya lo han estado haciendo en torno al “deferred action”, a las órdenes de todos los mexicanos sin papeles en Estados Unidos para que cuando se sepa qué documentos se requieren, puedan reunirlos; contratar abogados para ayudarlos a presentar su solicitud; y en su caso, organizar clases de inglés si se vuelve un requisito. En segundo lugar, convencer a legisladores recalcitrantes, y principalmente a republicanos conservadores en el Senado (como Ted Cruz de Texas) y en la Cámara baja que su voto es muy importante para México. ¿Cómo hacerlo?: ver en cada distrito quiénes son sus principales apoyos, ver cuáles apoyos tienen algún vínculo con México, hablar con ellos para que hablen con los apoyados. Y finalmente, trabajar con Obama para que el proceso de legalización y el programa de trabajadores temporales se ajuste a las realidades en el terreno, y no sea sólo sea un invento de gabinete.
Ya la Secretaría de Relaciones Exteriores ha empezado a subrayar la importancia de la reforma para México y a relajar la postura timorata pasiva y antiintervencionista de antes. Ojalá siga por ese camino.