Yoani y las miniturbas

Jorge Castañeda

Obviamente suceden en estos días cosas más importantes en México y en el mundo que la visita a nuestro país de Yoani Sánchez, la disidente cubana. Lo que es más, si no fuera por los enloquecidos y anacrónicos empleados y acólitos de la embajada Cubana que la interpelaron en Puebla y en el Senado, ni siquiera nos hubiéramos enterado de que la famosa bloguera y columnista de El País pasó por México en su vuelta al ruedo con el nuevo pasaporte. Con la esperada y venturosa excepción de Ciro Gómez Leyva, Francisco Garfias y Carlos Puig, no he visto columnas en la prensa mexicana comentando su presencia o sus puntos de vista, y eso que nuestra comentocracia suele tener algo que decir sobre absolutamente todo lo imaginable.

 

Dicho esto, para los que no quitamos el dedo del renglón, sí conviene reflexionar sobre tres aspectos de la gira internacional de Sánchez, y en particular de su visita a México. En primer lugar, como ya se dijo, tanto en Brasil como ahora en Puebla y en la Cámara alta del Congreso, aparecieron las miniturbas castrófilas para lanzarle pítetos, papelitos, banderitas y demás tonterías. Lo interesante del caso no es que todavía existan semejantes idiotas, sino que la embajada de Cuba y, por tanto, el gobierno isleño piensen que ganan algo hostigando a los disidentes que ellos mismos han ensalzado y ahora han dejado salir más o menos libremente del país. Resulta increíble que La Habana pueda imaginar un solo instante que los loquitos en cuestión reflejan ”el repudio del pueblo de México’’ (o de Brasil, de España, de Estados Unidos, o de cualquier país en el mundo), a los ”mercenarios’’, a la ”gente del imperialismo’’, a los ”vende patrias’’, a los ”lacayos proyanquis’’. El nivel de ocio, insensibilidad e ignorancia que muestra una decisión de este tipo (sí confirmada por la revista brasileña Veja, pero obviamente no investigada por ningún medio en el caso de México) es inverosímil. En segundo término, es preciso resaltar, como ya lo ha hecho Carlos Puig en particular, el silencio ensordecedor de los tres partidos políticos y del gobierno de Enrique Peña Nieto en torno a la presencia en México de quien es hoy en día la única disidente cubana conocida y de alguna manera tolerada por el régimen castrista. Nobles excepciones a este desdén son Roberto Gil Zuarth, Mariana Gómez del Campo y Manuel Camacho Solís, que tuvieron el valor de invitarla al Senado; confirmaciones lamentables del desdén son los demás senadores directamente involucrados en política exterior, y por supuesto la Secretaría de Relaciones Exteriores y la Presidencia. Podrán alegar que sólo Vicente Fox y el que escribe recibían a otros disidentes cubanos como al finado Oswaldo Payá; tal vez, pero quizás le vendría bien a Enrique Peña Nieto recordar cómo se sintió él cuando hace tres o cuatro años Felipe Calderón intervino ante la Presidencia brasileña para impedir que fuera recibido el entonces gobernador del Estado de México en el Palacio de Planalto. O se presiona para que haya una oposición política en Cuba, o se habla con la oposición individualizada existente: es la única postura democrática posible.

 

Por último quisiera repetirle a Yoani Sánchez lo que me permití sugerirle al aire con Ciro Gómez Leyva en Radio Fórmula el martes: no vale la pena que insista tanto en explicar la procedencia de los recursos con los que se sufragan sus viajes y estancias. Para los estalinistas tropicales nunca habrá fuente de financiamiento legítima y aceptable para una causa ilegítima e inaceptable. En buen castellano ”no habrá chile que les acomode’’. Carece de sentido perder el tiempo en esto, mejor hablar del calvario cubano y no de los dineros bien habidos.