Por: Jorge Castañeda
En un foro organizado en el Senado sobre derechos humanos, drogas y armas, ante la visita de Obama a México, Manuel Camacho me compartió una reflexión pertinente y perspicaz. Leía y escuchaba simultáneamente la intervención de José Miguel Vivanco, de Human Rights Watch, y el artículo de Dana Priest en el Washington Post (WP) sobre el involucramiento norteamericano en la cooperación antinarco durante el gobierno de Calderón. Vivanco presentó un panorama devastador de las violaciones a los derechos humanos, y el WP describía con enorme precisión el grado de penetración de diversas agencias norteamericanas en el aparato de seguridad y militar del gobierno de México. Tanto Vivanco como el WP atribuyen el origen de la devastación y de la intrusión a la guerra de Calderón, y a decisiones tomadas por el propio presidente. Camacho entonces comentaba: ”Estas son dos caras de la misma moneda’’, y engarzaba las manos.
El artículo del WP es un efecto del intento de Peña Nieto, previo al viaje de Obama, de rectificar ese rumbo. Las repetidas denuncias de Vivanco sobre desapariciones y ejecuciones extrajudiciales, etcétera, también han contribuido a que el gobierno actual cambie su postura ante el respeto a los derechos humanos. Ambos virajes por parte de EPN explican otro documento, a saber, el artículo publicado en el New York Times el 1o de mayo: “Surgen nuevas fricciones al limitar México la cooperación de Estados Unidos en la guerra contra las drogas“.
Dicho artículo relata cómo funcionarios de seguridad norteamericanos fueron ya expulsados de un llamado Centro de Fusión en Monterrey, ya que los mexicanos, molestos por los contactos de agencias de Estados Unidos con tantas agencias mexicanas, cuestionaron el valor del centro. También subraya cómo el número de homicidios diarios no ha descendido y da cuenta de la preocupación en Washington de que EPN ha colocado la imagen por encima de las acciones en esta materia: “Lo cosmético, eso es lo que les importa... la impresión que nos quieren dar es que ya están encima del asunto… pero a nosotros nos queda claro que no. Todavía no“. Describe también el roce importante con Estados Unidos sobre la explosión en Pemex. Cuando el ATF norteamericano fue invitado a coadyuvar en la investigación y sugirió que hubiera podido tratarse de una bomba, se suspendió su participación.
Conviene subrayar dos aspectos de este desastroso legado de Calderón, uno del pasado y otro mirando hacia adelante. Vivanco afirma en una carta dirigida a Obama, “que según la Procuración General de la República, de las 620 mil personas detenidas en operativos contra el narcotráfico durante el sexenio pasado, cerca de 500 mil -el 80%- fueron liberadas por falta de pruebas o bajo fianza”. Esto es lo importante: resultó imposible consignar, procesar y sentenciar al 80% de los detenidos. No debe sorprendernos, ya que para prenda nos bastan cuatro botones casi patéticos: el caso Cassez, el de Ramírez Mandujano, el de Tomás Ángeles y el estrambótico de los detenidos el 10 y 11 de noviembre del 2011, en la llamada operación “Huésped”, gracias a los heroicos esfuerzos antiterroristas de Alejandro Poiré. Así se desarticuló el intento de introducir al país a Al Saadi Gaddafi, hijo del extinto Muammar; y quienes recientemente fueron liberados por las condiciones de su arresto. En lugar de recibir la asistencia de Hercule Poirot, nos tocó la del inspector Clouseau.
Hacia adelante, para evitar el caos, EPN quiere establecer una ventanilla única: toda la cooperación de Estados Unidos con México debe pasar por gobernación. Más allá de la pregunta de si hay alguien en este mundo capaz de encargarse simultáneamente de la política y seguridad interna y de la cooperación con Estados Unidos, subsisten dos interrogantes adicionales. Janet Napolitano nunca será la homóloga de Osorio Chong, y los americanos no van a compartir inteligencia delicada con gente que no pase por su control de confianza. EPN puede tener razón, pero las consecuencias de su acierto bien pueden ser que rápidamente se sequen las fuentes de inteligencia norteamericana, que, por cierto, no sirven tanto como a veces se piensa.