Por: Jorge Ramos
El gobierno del presidente mexicano Enrique Peña Nieto es, en muchos sentidos, igualito al de su predecesor, Felipe Calderón: muchos muertos y pocos resultados. Ya le dimos un año y nada ha cambiado en México. Los mexicanos siguen muriendo, la guerra contra las drogas se está perdiendo, los narcos y grupos de autodefensa actúan con impunidad, y no hay un rumbo claro para reducir la narcoviolencia.
Ya, a estas alturas, deberíamos saber exactamente cuál es el plan y la estrategia de Peña Nieto para evitar tantos asesinatos vinculados al narcotráfico. Pero lo único que está claro es que la política del gobierno en la lucha contra las drogas se ha basado en el silencio: creen que al no hablar del tema en público el asunto va a disminuir en importancia. Es la actitud del avestruz: esconder la cabeza y no ver nada.
La política de comunicación de la presidencia es muy sencilla: no hablamos del narcotráfico y sus muertes. Los medios, por lo tanto, informan menos al respecto. Y eso le da un espacio al gobierno para maniobrar y ganar tiempo. Pero esta estrategia tiene un problema: los muertos siguen ahí.
Después de un año, la luna de miel con Peña Nieto ya debía haber terminado. Deberían exigirse resultados concretos. Pero periodistas y políticos, por distintas razones, le siguen haciendo caravanas y hacen como que no ven. Hay días de fosas comunes clandestinas, otros de matanzas y casi todos, con una ausencia notoria del Estado. Policías y soldados, sencillamente, no han podido contra los narcos.
Aquí están las cifras del fracaso. En los primeros 11 meses del gobierno de Peña Nieto (diciembre 2012 a octubre 2013) hubieron 17,068 asesinatos, es decir, un promedio de 1,551 homicidios dolosos por mes. En ninguna parte del mundo eso es un éxito. Son más los muertos en esos primeros 11 meses de Peña Nieto que todos los del 2009 (que fueron 16,118 asesinatos). En este aspecto, el gobierno de Peña Nieto del 2013 es como el gobierno de Calderón del 2009. No hay ninguna diferencia obvia. (Para que no haya dudas de la veracidad de las cifras, pueden comprobar los datos en el Sistema Nacional de Seguridad Pública de la Secretaría de Gobernación. Esto incluye sólo las denuncias presentadas al Ministerio Público. Hay muchas más muertes que no se reportan.)
El gobierno de Peña Nieto dice que las cosas están mejorando. Eso es jugar con cifras y palabras. Lo que pasa es que comparan los 17,068 asesinatos que tuvieron en los primeros 11 meses de gobierno de Peña Nieto con los 20,010 asesinatos que tuvo Calderón en sus últimos 11 meses. Sí, en esa comparación hay una mejoría del 15 %. Pero, en realidad, no hay un ningún cambio de estrategia que sugiera que se le está ganando la batalla a los narcos. Y siguen siendo demasiados muertos.
“México es un ejemplo claro de que el esfuerzo militar contra las drogas no funciona”, me dijo en una entrevista Pedro Abramovay, ex secretario de Justicia de Brasil y una de las voces que más saben de la lucha contra las drogas en el mundo. “El discurso con Peña Nieto cambió pero no está clara cuál es la alternativa a ese modelo (de Calderón).”
Lo mismo critica Human Rights Watch. “Peña Nieto ha señalado que la prioridad es reducir la violencia”, escribió José Miguel Vivanco, un director, pero “hasta ahora no ha definido un plan concreto sobre cómo lograr ese objetivo.”
Es justo darles a todos los presidentes un tiempo para definir sus estrategias, para aprobar planes y para ejecutar sus ideas. Pero después de un año hay que exigir resultados. Cincuenta y un asesinatos por día, en promedio, es lo mejor que ha podido hacer Peña Nieto. Es un récord terrible.
Peña Nieto llegó al poder con un serio déficit de legitimidad. Millones de mexicanos creen que ganó con trampas y fraude las elecciones del 2012. Por lo tanto, la única manera de reivindicarse con esos mexicanos es gobernando bien.
Las reformas fiscal, educativa y energética son fundamentales para gobernar bien. México es un país de enormes distancias entre ricos y pobres. Eso hay que enfrentarlo. Pero mientras sigan matando a tantos mexicanos será imposible mejorar la imagen de Peña Nieto, por más que le peinen el copete en las fotografías.