Por: Jorge Ramos
En esta época en que tanto nos hacen faltan grandes líderes, las figuras históricas de Jesucristo y Simón Bolívar parecen desproporcionadas, de ficción. ¿Cómo es posible que un solo hombre, vestido con túnica, sandalias y sin posesiones materiales, haya creado una de las religiones más influyentes de los últimos dos mil años? ¿Cómo pudo un solo hombre derrotar a uno de los imperios más poderosos de la historia (España) y, al mismo tiempo, unir varios países de Sudamérica? Los relatos de las vidas de Jesús y Bolívar están llenos de exageraciones y abusos. El nombre de Jesús ha sido usado en vano durante siglos, tanto por religiosos bien intencionados como por asesinos. Y no hace mucho que el ex presidente Hugo Chávez trató de usar el legado de Bolívar para convertirse en dictador. (Chávez, por cierto, es el único personaje de la historia que ridícula y constantemente se autocomparaba con Jesús y Bolívar.) Pero dos extraordinarios libros desvisten el mito y nos regresan a personas de carne y hueso. La periodista Marie Arana, nacida en Perú, dibuja un detalladísimo retrato del “libertador” – ¿quién sabía que era muy chaparro; sólo medía 1,67 m y apenas pesaba 58 kg?- y nos explica cómo su vida sigue influyendo fuerte en América Latina casi dos siglos después de su muerte. Decir sueño bolivariano implica la unidad de los pueblos. En su libro Bolívar, American Liberator Arana hábilmente escribe en inglés cómo este joven aristócrata sin educación militar liberó a seis países del imperio español, controló un territorio siete veces mayor que el de George Washington en la Guerra de Independencia, e integró a su lucha, desde un principio, a la población negra e indígena. Viudo a los 19 años, nunca más se quiso casar. Sus triunfos en el campo de batalla fueron sólo equiparables con los de la cama y la escritora no oculta la intensidad y frecuencia de sus amoríos, varios de los cuales hoy serían considerados casi un abuso. Más sorprendente, sin embargo, es el relato de su decreto de “guerra a muerte” y la terrible decisión, por ejemplo, de decapitar durante cuatro días a más de mil españoles recluidos en un hospital y en otros lugares de La Guaira en 1814. El Bolívar de Arana está lleno de sangre, hormonas, excesos, errores, valor y un irrefrenable deseo de ser libre y liberar a los demás. Ese Bolívar es mucho más atractivo y real que las actuales invenciones postchavistas.
El Jesús del escritor y académico, Reza Aslan, está – como el Bolívar de Arana- mucho más pegado a la tierra que al cielo. El libro en inglés se llama “Zealot,” cuya traducción literal sería “fanático” aunque el contexto del libro sugeriría mejor llamarlo “rebelde”. En lugar de discutir lo absurdo e imposible de probar -si Jesús es hijo de dios, que es lo mismo que discutir cuántos ángeles caben en la punta de un alfiler- Aslan nos lleva al territorio mismo donde creció el creador de una de las religiones más importante del planeta. Este es el Cristo histórico, no el religioso. Aslan argumenta convincentemente que Jesús nace en Nazaret, no en Belén como asegura la tradición católica y que tuvo varios hermanos y hermanas. La crucifixión, lejos de haber sido un castigo aplicado en particular a Jesús, era una forma muy común de ejecutar a quienes se rebelaban contra el imperio romano. Lo mejor del libro es la descripción de Jesucristo como un rebelde, en oposición tanto a los romanos como a los líderes de Palestina. También desmitifica la creencia cristiana de que Jesús resucitó al tercer día después de su muerte. Imposible. “El hecho es que la resurrección no es un evento histórico”, escribe Aslan. Y para quienes siguen al pie de la letra las palabras del “profeta”, el autor nos recuerda que lo que hoy entendemos por cristianismo fue un acuerdo alcanzado por unos viejos barbudos en la ciudad de Nicaea (hoy Turquía) en una reunión solicitada por el emperador Constantino unos 325 años después de la muerte de Jesús.
Ambos libros destruyen dos grandes mitos. Pero nos regresan a los hombres que muy jóvenes -Bolívar a los 30 y Jesús a los 33- cambiaron el mundo en que vivimos y la forma en que pensamos. La verdad, los prefiero de carne y hueso.