Por: Jorge Ramos
Es un gran cuento. Por unos momentos, el Partido Republicano hizo creer a los hispanos y a los inmigrantes que realmente quería una reforma migratoria para este año. Pero, la verdad, todo parece indicar que no va a pasar nada. El final del cuento es que los inmigrantes indocumentados se quedarán sin legalización por mucho tiempo más y los republicanos se volverán a quedar sin la Casa Blanca en el 2016.
Es todo un juego político. El año pasado, el Senado (con mayoría demócrata) aprobó una propuesta de reforma inmigratoria. El punto central era legalizar a la mayoría de los indocumentados y darle un camino a la ciudadanía. Llegó, entonces, el turno de la Cámara de Representantes, dominada por los republicanos, y ahí todo se echó a perder.
Después de muchos titubeos y consultas internas, el Partido Republicano dio a conocer hace unos días una “lista de principios” sobre inmigración. La lista incluía, como era suponerse, más seguridad en la frontera, más visas, más verificación en los empleos, más registros de entradas y salidas de visitantes. Pero lo importante es que le daría un estatus legal a la mayoría de los indocumentados.
Después de hacerse pública la lista, muchos comentaristas y analistas, incluido yo, nos sentimos optimistas de que el progreso en cuanto a la reforma inmigratoria finalmente ocurriría. Después de todo, los republicanos habían llegado a lo que parecía una solución intermedia en lo que, hasta entonces, había sido un punto crítico en el debate. Durante una entrevista reciente con la CNN, se le preguntó al presidente Barack Obama si vetaría una iniciativa que no incluyera una ruta a la ciudadanía. “No voy a prejuzgar lo que llega a mi escritorio”, dijo, dando una señal de que estaría abierto a la opción de los republicanos.
Pero de pronto, todo se paró: Mitch McConnell, el líder republicano en el Senado dijo que el asunto migratorio no se podía resolver este año; el congresista del Tea Party, Raúl Labrador dijo que si el líder en la Cámara de Representantes, John Boehner, llevaba el tema a votación debería perder su puesto; y Boehner, cediendo a la presión, dijo que tenía serias dudas de que el 2014 fuera el año de la reforma inmigratoria.
Inmediatamente, todos los republicanos (entrenados en sus “talking points”) empezaron a culpar al presidente Obama por el fracaso de la reforma. Sí, efectivamente, Obama no cumplió su promesa migratoria en el 2009. Pero que no quede duda: la culpa de que no haya reforma migratoria en el 2014 es del Partido Republicano y de Boehner. Ni siquiera se atrevieron a llevar el tema a votación.
Su cálculo político es que en el 2015 podrían revivir el tema. Pero se equivocan. Estaremos en la mitad de una brutal campaña por la presidencia. Nadie va a querer lidiar con migración ese año.
Lo más grave para los republicanos es que en el 2016 van a perder a la mayoría de los 16 millones de votantes hispanos y, seguramente, también perderán la Casa Blanca. Este tema los va a perseguir como un fantasma.
Sin embargo, el presidente Obama también pierde por la falta de acción de los republicanos. En los próximos meses va a crecer enormemente la presión para que detenga las deportaciones de miles de indocumentados que no han cometido crímenes. El dice que no tiene la autoridad para hacerlo. Pero muchos que son abogados, como él, creen que sí la tiene. El argumento es el siguiente: si pudo detener las deportaciones de los “Dreamers” – con la llamada acción diferida – también lo puede hacer con sus padres, hermanos, vecinos y compañeros de escuela y trabajo.
Hay una grave contradicción en la postura del presidente Obama. Dice que quiere una reforma migratoria pero, al mismo tiempo, ya ha deportado a casi dos millones de inmigrantes que se hubieran beneficiado de esa medida. No puede decir: “te quiero en este país” y luego enviar a unos agentes migratorios a deportarte. Sus acciones contradicen sus palabras.
Mientras, la situación de los indocumentados se vuelve desesperante. Un presidente los quiere deportar mientras el único partido que puede hacer algo para legalizarlos les da la espalda. Este no es el sueño americano que ellos se imaginaron al venir. Es un gran cuento.