Por: Juan Gasalla
El salto cambiario de 12,5% en las últimas cuatro semanas es el emergente de políticas económicas que alimentaron la inflación y minaron la confianza en el peso. El dólar blue se metió en el debate de las familias y aun con el escaso volumen que moviliza este mercado (una décima parte de lo que representa el mayorista) se convirtió en una referencia para establecer el precio de la moneda, hoy en torno al “siete a uno”, como una suerte de nueva convertibilidad que influye en las expectativas de inflación.
El exceso de liquidez, por la fuerte emisión sin respaldo del Banco Central, se volcó en una porción al mercado paralelo, que sobrerreaccionó la suba en el arranque del año. La demanda estacional por vacaciones, agudizada por impedimento de hacer efectivas las operaciones previamente autorizadas por la AFIP, se sumó a las compras informales para atesoramiento en el período de cobro del medio aguinaldo.
En 2012 la emisión de pesos creció 40%, por encima de la inflación real, y se reflejó en el aumento del 44% del “blue”, aunque éste no es una réplica directa de la primera: el billete verde arrastraba además un significativo retraso en su cotización, que desde 2009 evolucionó más lentamente que los precios minoristas.
Todos estos factores se combinaron para la suba y nada indica que en 2013 las condiciones vayan a revertirse.
Para este año se prevé un fuerte ingreso extra de dólares por la cosecha, unos 110 millones de toneladas, la mitad de soja, que aporta un 35% de retenciones. Se calcula que por la oleaginosa ingresarán unos u$s5 mil millones para reforzar la oferta neta de divisas en el mercado local, que se complementan con los menores vencimientos de deuda en moneda extranjera, que significaron una caída del 7% (unos u$s3 mil millones) en las reservas durante 2012.
Esa liquidación de divisas, más notoria en el segundo trimestre del año, servirá para recomponer las reservas del Banco Central e indirectamente quitará presión alcista al dólar. Pero a la vez, este efecto puede neutralizarse: los exportadores reciben pesos a cambio de sus ventas externas y la aversión a la moneda doméstica en un marco inflacionario es un incentivo para comprar divisas en el mercado informal.
De persistir una inflación cercana a 25% y una emisión próxima al 40% anual, el dólar blue está condicionado a aumentar en ese rango, para situarse por encima de los $8,50 hacia diciembre, sólo al considerar la progresión inflacionaria, en un pronóstico conservador. En un mercado tan chico y especulativo, ajeno a la “flotación administrada” del dólar oficial, los operadores informales apuraron los tiempos en enero, para descontarse hasta un exagerado 10% de esa expectativa de incremento anual, cuando el billete llegó a pagarse a 7,50 pesos.
La experiencia histórica de la Argentina indica que los controles llevan a más controles para enderezar las distorsiones que la propia prohibición genera. E impulsan una ampliación de la brecha cambiaria, hoy en el 50%, que sesga la tendencia alcista para el resto del año: el dólar paralelo también acompañará la tasa de devaluación que el Banco Central defina para la cotización oficial.