Por: Juan Gasalla
El Gobierno comenzó a ajustar los mecanismos para fortalecer la recaudación, en la que la soja desempeña un rol fundamental para mejorar las finanzas del Estado a través de las retenciones, cuando el gasto público sigue subiendo a mayor velocidad que los ingresos y se reducen las reservas del Banco Central.
Según la Asociación Argentina de Presupuesto y Administración Financiera Pública (ASAP), en el primer bimestre del año, el gasto primario sumó $73.780 millones y creció un 36% interanual, contra el 23% del superávit primario, a 81.462 millones de pesos. En tanto, el Ministerio de Economía informó que en enero, las cuentas públicas registraron un superávit primario de $815,7 millones, gracias a las transferencias del Banco Central, el PAMI y la ANSeS. Contabilizado el pago de deuda, otra vez hubo déficit financiero: 1.582,5 millones de pesos.
Por eso no pasó desapercibido que el director de la AFIP, Ricardo Echegaray, asegurara que el organismo detectó “inconsistencias” en más de 29 mil controles sobre la declaración de granos en stock y en más de 60 mil inmuebles rurales. Para el ente recaudador en los campos argentinos hay 4,1 millones de toneladas de soja que podrían haber sido exportadas y aportar al Estado u$s750 millones por retenciones.
“Tienen que exportar y traer los dólares a la Argentina de esas exportaciones”, advirtió el funcionario, que dejó a las cerealeras afuera del plan especial de regularización de deudas impositivas, aduaneras y de los aportes de la seguridad social, con la acusación de hacer “una viveza”, al “preanotar existencias para descontar impuestos”.
La dilación de los productores para comercializar sus granos obedece al atraso cambiario: las cerealeras les toman la soja al valor dólar liquidado al tipo de cambio oficial, sobre el que además se le aplican derechos a la exportación del 35 por ciento. Los contratos para mayo en el mercado de granos de Chicago se pactan a u$s528 por tonelada, pero al productor sólo llegan $1.557, que representan u$s213 en el mercado paralelo, casi 60% menos.
Esa es la principal razón por la que los agricultores deciden, como estrategia de rentabilidad, postergar ventas, a la espera de mejores precios en el exterior o bien que se les reconozca un tipo de cambio más alto a nivel local, debido a que la actual paridad cambiaria funciona de oficio como un impuesto a la venta, sin reincidir en una suba en las retenciones. Como contraparte, la AFIP compensa el desequilibrio fiscal en términos nominales con cada centavo que el Banco Central aumenta el dólar oficial que rige el comercio exterior.
Desde el agro intentan persuadir al Gobierno y su apetito recuadador: la liquidación fuerte de la soja no empezará antes de 30 días y se irá dosificando a lo largo del año. De hecho, no hay capacidad en puerto para exportar en pocas semanas un volumen de granos como el que se genera en Argentina. Este año sólo la soja alcanzaría las 50 millones de toneladas, contra 39,9 millones del año anterior.
Los dólares van a aparecer. La soja está comprometida para pagar deudas e insumos, aunque en el pulso de la comercialización pesa que el grano es una suerte de caja de ahorro para el productor. Si bien es cierto que el volumen operado podría haber sido mayor, ya se registraron exportaciones por 10 millones de toneladas de la nueva campaña. Vale recordar que en 2012 se perdieron 13 millones de toneladas por la sequía.
Con la retención incluida, la soja para entregar en mayo tocó los u$s370 y ahora está en torno a u$s340, dato que explica que se venda menos por propio mercado: en el campo confían en una recuperación de precios. Luego está la brecha entre el dólar oficial y el paralelo, en el que una apreciación más apresurada del BCRA puede representar una diferencia muy grande para el productor. Por ahora, y sin incentivos para quedarse en pesos, las semillas en los silo-bolsa son el refugio para el patrimonio de los chacareros.