El dólar informal le empata a la inflación de 2014

Juan Gasalla

El dólar paralelo consolidó su avance para acumular en el transcurso de mayo un 11,6%, un crecimiento exponencial frente al 0,7% del dólar oficial, que en la plaza mayorista se ubicó en los 8,0625 pesos. Esta espectacular suba, sin embargo, no debe eclipsar a la comparación anual, en la que el dólar “blue” acumula una ganancia de 17,2% en casi cinco meses, todavía detrás del 23,6% que suma el dólar formal. Por eso, los actuales $11,77 para el dólar informal se encuadran en lo que fue la suba general de los precios minoristas. En el primer cuatrimestre del año el cálculo de la inflación Congreso acumuló una suba de 15,78%, que podría superar ligeramente el 17% si en mayo la inflación se sitúa en torno a un 2 por ciento.

En el comparativo abril 2013-abril 2014, la inflación Congreso acumuló un 39%, mientras que entre el 20 de mayo del año pasado y este martes, el dólar paralelo acumuló un alza de 32,2%, desde los $8,90 a los 11,77 pesos. Parece ser una tendencia para la divisa apegarse a la inflación, con cierta volatilidad y desaceleración de precios, después de avanzar 44% en 2012 y 47% en 2013, es decir, muy por encima del promedio inflacionario.

En las últimas jornadas se amplió la brecha entre el dólar libre y el oficial al 44 por ciento. Uno éxito para la gestión de Juan Carlos Fábrega en el BCRA había sido anclar este rango en un 30 por ciento. La variable “blue” estuvo controlada por el obligado desarme de posiciones dolarizadas de los bancos y la apertura parcial del “cepo”, con ventas reducidas para atesoramiento. Esa jugada para descomprimir la tendencia alcista perdió envión una vez que las entidades financieras cumplieron con la readecuación de carteras.

Varios analistas observaron en el reciente recorte de tasas otro desincentivo para que los inversores decidieran quedarse en pesos. Después de un trimestre en el que la tasa de las Letras del BCRA (LEBAC) sondeó el 30% anual y fijara una referencia para la plaza financiera, la reducción a 27% anual mostró un claro rezago frente a la inflación. Ante esta señal, el regreso a posiciones dolarizadas, como algunos títulos públicos, permitió a grandes empresas y fondos comunes de inversión capitalizar una ganancia de un 7% en dólares en pocas semanas, debido a la estabilidad de la divisa.

Una virtud de la que carece la actual política económica es la de manejar las expectativas. Por eso, el discreto incremento de las reservas en el pico de la liquidación de la cosecha gruesa es un motivo de preocupación que se tradujo en los precios. Mientras que en mayo el BCRA acumula compras superiores a los u$s700 millones en la plaza mayorista, los activos internacionales apenas aumentaron menos de u$s200 millones, debido a la demanda de divisas para enfrentar el déficit energético y el pago de deuda.

En ese aspecto, también disminuyeron las liquidaciones de exportaciones del agro la última semana, desde el monto récord de u$s941,7 millones la primera semana de mayo a $670,5 millones la segunda (-28,8%), quizás a la espera de una mayor devaluación oficial. Las ventas de las cerealeras e industrias afines constituyen el principal ingreso de divisas a la economía local y en el año ya aportan unos 9.400 millones de dólares.

Otra particularidad de la coyuntura cambiaria es el incremento del dólar “contado con liquidación”, el tipo de cambio financiero que se calcula al dividir los precios en pesos de los activos argentinos por sus cotizacione en dólares en Wall Street. El “liqui” avanza un 24,9% (de $8,88 al cierre de 2013 a $11,09), por encima del ritmo de apreciación del “blue”. El año pasado, el Gobierno actuó sobre el dólar financiero, con ventas de títulos públicos en dólares, para bajar su precio e incidir a la vez a una baja del dólar informal. Este año, optó por una dejar correr al tipo de cambio implícito, que se empezó a acercar al marginal, un movimiento natural que se había distorsionado por dicha intervención oficial.

Los pronósticos coinciden en un segundo semestre difícil, con menos inflación que el primero, pero con mayor emisión del Banco Central para financiar el Tesoro y más complicaciones para que la autoridad monetaria acopie reservas, concluido en julio el período más firme de exportaciones. A la vez, una actividad económica en retracción demandará más divisas para importaciones y pondrá al BCRA ante la disyuntiva de cuidar las reservas o apuntalar el crecimiento.