Por: Juan Gasalla
La firme decisión del Gobierno de asegurarse dólares para el financiamiento de 2016 y salir del atolladero del default está provocando una coyuntural dificultad con la que los mercados financieros deben lidiar en las últimas semanas: la excesiva cantidad de divisas y la inquietante debilidad de la cotización del billete en el ámbito doméstico.
Desde que comenzó el año la divisa norteamericana aumenta un 9,3%, desde los $13,005 a los actuales $14,215 según la cotización mayorista, una tasa inferior a la inflación del período, que rozó el 20% en el primer cuatrimestre del año, según estimaciones de consultoras.
Aún contabilizando la profunda devaluación del peso de diciembre de 2015, el dólar mayorista registra un aumento de 59% en los últimos 12 meses, desde los $8,9225 del 6 de mayo del año pasado, lo que redujo a menos de 20 puntos la brecha con la inflación de 40% acumulada en el período.
La inflación de abril se ubicó en torno al 7% según mediciones privadas y fue la más alta desde el registro de junio del 2002, cuando ascendió a 8,2% mensual. En aquel mes, durante la presidencia de Eduardo Duhalde, el dólar, que costaba 1 peso en diciembre de 2001, llegó a operarse a 4 pesos, cuando el país atravesaba una crisis económica y social sin precedentes. Muchas cosas son diferentes en 2016 y una de ellas es que el salto inflacionario no es acompañado por un salto cambiario.
La “lluvia” de dólares todavía no derrama en forma de inversión productiva, pero es palpable en el circuito financiero, que en definitiva es donde se fondearán los futuros proyectos de la economía real. Tras el pago a los holdouts, la emisión de cuatro bonos soberanos por USD 16.500 millones a una tasa promedio de 7,14% significó un ingreso de USD 6.600 millones a las reservas a fines de abril. La semana pasada el Tesoro emitió USD 448 millones en letras, a 91 días con una tasa de 3,5% anual, y a 182 días al 3,9%, mientras que Neuquén emitió bonos por USD 235 millones al 8,625%, con vencimiento en 2028. Son muy altos retornos los que está ofreciendo la Argentina para tentar a los capitales del exterior o a aquellos que están dentro del país, pero fuera del circuito financiero por años de vigencia del “cepo”.
Un estudio de Ecolatina indicó que “si el Tesoro se inclina por colocar deuda en dólares para cubrir el déficit en pesos, puede generar presiones sobre el frente cambiario -la mayor oferta de divisas aprecia el tipo de cambio-, y por el lado monetario si el BCRA decide comprar divisas para sostener el tipo de cambio, podría aumentar la cantidad de pesos en circulación”. Por otra parte, la consultora advirtió que si el organismo “emite deuda en pesos, el efecto crowding-out impactará sobre la actividad”, al absorber de la plaza los fondos para crédito, en desmedro del sector privado.
El actual presidente del BCRA, Federico Sturzenegger, ya había anticipado el año pasado que si Mauricio Macri ganaba las elecciones presidenciales el Gobierno se iba a tener “que preocupar más por una apreciación del peso que por una devaluación, porque van a ingresar muchos dólares por el cambio de expectativas”. También había admitido que “es preciso evitar situaciones donde el dólar se abarate mucho, porque eso ha sido muy malo y tenemos que mantener un tipo de cambio competitivo, pero desde el PRO no vemos grandes cambios en el valor del dólar”. Todas aquellas definiciones se están cumpliendo en el presente.
Otra situación inusual con el ominoso valor del dólar es que la estabilización del precio de la divisa se produce con una importante fuga de capitales, pues si se descuenta el abundante ingreso de dólares financieros, la caída de reservas internacionales del Banco Central promedia unos USD 100 millones diarios.
En cuanto a las reservas, vuelve a entrometerse el problema inflacionario, pues el magro superávit comercial exige que la entidad deba comprar divisas si pretende incrementar sus activos y sostener la cotización del dólar, a cambio de inyectar pesos en la economía y empujar aún más la suba de precios. Esa circunstancia tan compleja explica por qué el Central decidió elevar de dos a cinco millones el límite mensual máximo de “compra de divisas para la formación de activos externos”.
Si bien la entidad encuadró la decisión dentro de “los pasos finales en la remoción de las restricciones cambiarias heredadas”, ese límite más laxo, con un dólar percibido hoy como barato, podría potenciar la demanda privada y permitir que el mercado alcance por sí solo y sin intervención oficial un nivel de equilibrio de cotización más elevado, que incentive las exportaciones.