Por: Laura Alonso
En Venezuela no hay un intento de desestabilización, ni un golpe de Estado. Millones de personas están hastiadas y cansadas del atropello, el insulto, la difamación y la intolerancia de los presidentes Chávez y Maduro y que lleva muchos años. Más recientemente, se ha sumado la escasez de alimentos que se hace sentir muy duro en varias zonas del país. Hace tiempo ya que gran parte de la ciudadanía venezolana de todas las regiones y clases sociales, comenzó a ganar las calles, gradual y masivamente. Los estudiantes dejaron de estar solos.
El movimiento estudiantil de Venezuela ha sido un actor social clave para movilizar a la sociedad civil desde mediados de la primera década del milenio. Como respuesta, el presidente Hugo Chávez promovió una ley que liquidó la autonomía universitaria en 2010. Entonces, las nuevas protestas estudiantiles fueron reprimidas violentamente por la Guardia Nacional Bolivariana.
En el transcurso de los últimos días, los estudiantes han vuelto a manifestarse. A ellos se sumaron millones de venezolanos.
Diez jóvenes fueron asesinados. Decenas de personas fueron detenidas, incluido el líder opositor Leopoldo López. Y se denuncian cotidianamente torturas, maltratos, vejaciones y todo tipo de violaciones a los derechos humanos. Dos estudiantes denunciaron que fueron violados con fusiles por guardias nacionales. Otros que fueron torturados con electricidad.
Las manifestaciones pacíficas han sido reprimidas por las fuerzas de seguridad y también por grupos parapoliciales de civiles armados conocidos como ‘colectivos de la paz’. Desde la cadena nacional, Maduro amenaza con “salir a cazar a los fascistas uno por uno”.
Como dijo desesperada la madre de un joven baleado: “Aquí se combaten ideas con balas. Unas ideas no pueden amedrentar a un gobierno”.
El 12 de febrero Robert Redman escribió en su cuenta de Twitter: “Hoy me pegaron una pedrada en la espalda, un cascazo en la nariz, tragué bomba lacrimógena, cargué al chamo que falleció, y tú qué hiciste?”. Robert moriría baleado poco tiempo después.
Durante otra de las manifestaciones, el gobernador chavista de Carabobo, Francisco Ameliach, tuiteó “UBCH a prepararse para el contra ataque fulminante. Diosdado dará la orden #GringosYFascistasRespeten”.
Pocas horas después, Génesis Carmona era baleada de muerte y otros fueron heridos.
El presidente Maduro ordenó la expulsión de dos cadenas de televisión. “Me van a llamar dictador, pero vamos a endurecer las normas para que se acabe el amarillismo y la propaganda que se alimentan de la sangre y la muerte’, dijo al referirse al levantamiento de la señal de NTN24. Calificó a la cadena CNN y a sus periodistas de ‘fascistas con mente gringa’ y de ‘envenenar con sus mentiras’ y calificó a su transmisión como ‘programación de guerra’. Se han denunciado también cortes a las redes sociales y problemas con las conexiones de Internet. Los venezolanos reciben noticias de lo que sucede en su país consultando a amigos y familiares en el extranjero.
Millones de venezolanos perdieron el miedo hace mucho tiempo y cada vez son más. No van a volver a sus casas hasta tanto no se garantice el respeto que merecen por pensar distinto o protestar pacíficamente. Y no lo van a hacer porque quieren vivir en democracia.
Exigen al gobierno que los respete, los escuche y resuelva los problemas. Los estudiantes han solicitado -al igual que la oposición- que se resuelva esta situación de crisis y tensión en el marco de la Constitución y con diálogo. Son varios los que han pedido la mediación de la Iglesia católica y también de organismos internacionales.
Hasta el fallido golpe de Estado del militar Hugo Chávez contra el gobierno constitucional de Carlos A. Pérez en 1992,Venezuela había conocido una historia de décadas de institucionalidad democrática y republicana que otros países de la región, entonces, envidiábamos. Ese pasado late en el corazón de millones de venezolanos que abrazaron la libertad siguiendo las enseñanzas de Simón Bolívar.
En Venezuela, hace mucho tiempo que la libertad está en juego. Una mirada distante, tibia o indiferente no es una opción para un demócrata y defensor de la libertad. Los que creen que la democracia se reduce a ganar elecciones no entendieron el vuelco que dio el mundo en 1945 después del horror del Holocausto y el nazismo. Tampoco comprendieron el grito de libertad que implicó la caída del Muro de Berlín en 1989.
En Venezuela, el Estado reprime, persigue y difama al que piensa distinto y lo expresa. Las garantías constitucionales y los Tratados de Derechos Humanos están suspendidos de facto hace tiempo.
¿Cuánto tiempo más piensan los Presidentes latinoamericanos vivir en aquel Occidente previo a 1945? ¿Cómo pueden aceptar y apoyar a un Presidente que ganó una elección pero gobierna como dictador?