Razan Zaitouneh y su cruzada por los Derechos Humanos

Laura Alonso

Razan Zaitouneh es siria, tiene 37 años y está desaparecida desde diciembre del año pasado. En 2011 creó el “Centro para la Documentación de las Violaciones de Derechos Humanos en Siria”. Hacía mucho que vivía escondida por las amenazas del régimen de Bashar Al-Assad y, también, de las facciones rebeldes. Jamás tomó postura por ninguna de las partes en el conflicto. Eligió la defensa y la promoción de los derechos humanos y la libertad. Por eso, los ataques que recibió vinieron siempre de ambos lados.

Un grupo no identificado ingresó a su oficina y la secuestraron junto a otros tres activistas: Samira al-Khalil, Wael Hamada y Mazim al-Hamadi, el pasado 9 de diciembre. Desde entonces, están desaparecidos. Según indican las fuentes periodísticas, algún grupo rebelde sería responsable.

En 2011, Razan recibió el Premio Anna Politkovkaya. Ese mismo año el Parlamento Europeo le otorgó el Sakharov. No pudo viajar porque permanecía escondida. En su carta de aceptación, Razan dedicó el reconocimiento a “aquellos que obtuvieron su libertad y a aquellos que todavía luchan por ella”.

El año pasado, el gobierno de Estados Unidos le otorgó el “Premio Internacional a las Mujeres de Coraje”, el mismo que Susana Trimarco obtuvo hace siete años. En su mensaje, el secretario de Estado John Kerry señaló que Razan había sido acusada por el gobierno sirio de ser una “agente extranjera”.

Hace pocos días conocí a la hermana de Razan que vive en Canadá. Su desconsuelo es infinito. Me dijo: “Nunca quiso salir de Siria. Luchaba por un país mejor. Sonreía a pesar de tanta tragedia”.

En el evento anual de Vital Voices en Washington DC, su fundadora Hillary Clinton exigió su liberación. La ex secretaria de Estado dijo: “Su voz vital está en silencio ahora. Esta noche, hablemos nosotros por ella. Levantemos nuestras voces y demandemos la liberación segura e inmediata de Razan y de todos los presos políticos en Siria. No nos olvidaremos de ella. No olvidaremos el trabajo que hizo, los abusos que expuso, o la esperanza que atesoraba por una Siria más pacífica y eventualmente democrática. Entonces comprometámonos una vez más para asegurarnos de que su voz sea oída a través de nuestras voces”.

Amnesty International junto a otras organizaciones de Derechos Humanos también han pedido por Razan y todos los activistas desaparecidos.

Hace tres años que Siria se desangra en un conflicto que parece no tener fin. David Miliband lo ha descripto como “el fracaso colectivo del siglo”. Más de tres millones de sirios se han visto obligados a partir al exilio. Un millón de ellos escapó hacia el Líbano donde el colapso demográfico es un hecho. Hace un año, la ONU estimó más de 100,000 muertes en la guerra civil siria. Se registran centenares de casos de niños y niñas presos, refugiados y más de 8,000 muertos.

Razan trabajó todo este tiempo para documentar las violaciones a los derechos humanos, los abusos, la tortura y la muerte. Ella y sus compañeros han desaparecido. No son los únicos.

Desde el inicio del conflicto en Siria me sorprendió el silencio oficial del gobierno argentino. Presenté varios proyectos en la Cámara de Diputados. La Argentina no debe enmudecer frente a las aberrantes y masivas violaciones de derechos humanos en Siria y en cualquier otro país del mundo. Cuando la dictadura militar secuestraba, desaparecía, torturaba y mataba, fueron las voces de los defensores de los derechos humanos -desde Pérez Esquivel hasta las Madres de la Plaza- las que alertaron al mundo. Y el mundo escuchó.

El silencio del gobierno argentino es moralmente repudiable. Espero que mi voz represente el oprobio de millones de compatriotas frente a estos hechos y que el mundo sepa comprender que los gobiernos no siempre encarnan el sentir de sus pueblos. Siento vergüenza de nuestra Cancillería. Siento vergüenza del silencio oficial que es cómplice de violaciones aberrantes. Tengo voz y seguiré usándola en favor de la libertad, los derechos y nuestra historia.