Por: Leonardo Tagliabúe
El presidente de Boca, Daniel Angelici, tomó la peor decisión desde que asumió en diciembre de 2011: despedir a Carlos Bianchi. Es algo que no aprendió de su jefe Mauricio Macri, quien nunca echó a un DT por los fracasos deportivos. La única “víctima” del Jefe de Gobierno durante su estadía en las oficinas de Brandsen 805 fue Jorge “Chino” Benítez, quien escupió a un jugador rival en un partido de Copa Libertadores. Fue un reflejo disciplinario. El resto de los entrenadores de su gestión dorada completaron su contrato o renunciaron.
Cansado de los malos resultados, Angelici se levantó el jueves con la idea de pedirle a Bianchi la renuncia. Se reunieron, y el entrenador solicitó que le dieran un partido más. El plan cerraba. Si el “Virrey” lograba ganarle a Vélez de local iba a acallar las críticas y enderezar el rumbo en el campeonato. Caso contrario tenía previsto presentarse en la conferencia de prensa y decretar el “hasta siempre” que quería la Comisión Directiva. Sin embargo, algo cambió durante la tarde y eso no será gratis: ahora la institución xeneize deberá saldar el contrato millonario que tenía el DT.
La jugada también tiene un costo político. La mayoría de los hinchas -los de verdad- no querían el desplante a Bianchi. Estaban enojados por el rendimiento del equipo pero sentían que la historia del “Virrey” no merecía un final así. Nunca lo insultaron. Al que sí critican cada vez con más encono es a Angelici. En dos meses, “El Tano” se cargó a Riquelme y a Bianchi, los dos ídolos máximos de las generaciones que llenan la Bombonera.
Pero Angelici no es tonto. Cuesta creer que haya sepultado sus remotas chances de reelección porque sí. Es impensable que él, que tanto se esforzó por cuidar las finanzas del club -al menos desde el discurso público-, le “regale” u$s3 millones a Bianchi sin esperar los tres días que le había pedido el DT.
Este jueves Hugo Moyano y Luis Barrionuevo realizaron una huelga nacional de dudoso acatamiento. Sólo se sintió con fuerza en el centro porteño. En el interior del país la adhesión fue dispar y fueron los piquetes de la izquierda los que garantizaron que la mayoría de las personas no fueran a trabajar. Así lo demostraron también las encuestas que circularon esta semana: sólo un 20% paró por convicción. El 80% restante también está enojado con el Gobierno, pero no reconoce la conducción del sindicalismo opositor.
Más allá de la popularidad de la medida de fuerza, Moyano y Barrionuevo tenían asegurada la tapa de los diarios del viernes. De cualquiera de ellos, independientemente de las lecturas editoriales. Y seguramente tendrán su lugar, pero mucho más acotado que el que les esperaba hasta las 7 de la tarde.
En el juego de las especulaciones que hacen los editores de los grandes diarios había muy pocos hechos que podían llegar a cambiar la portada de este viernes. Seguramente tenían todo proyectado: una foto grande, un título impactante y una lectura sobre el paro. Columnistas y repercusiones. De manual.
Pero la especulación se transformó en certeza. Las redacciones se alteraron y a las 8 tuvieron que reformar lo que ya tenían cerrado. Angelici y sus compañeros de Comisión Directiva encontraron la mejor forma de restarle peso informativo a la noticia política del día. Una crisis en el club más importante del país está dentro de esos temas que se imponen solos en la agenda de los medios por encima de cualquier otro. Basta con revisar la programación de la tarde de ayer de los canales de noticias para cotejarlo.
Hoy en la mayorías de las oficinas no se va a hablar de otra cosa. Los de River van a cargar a los de Boca y los de Boca van a discutir sobre el futuro del club. Alfaro, Arruabarrena y Barros Schelotto van picar en punta en las búsquedas de Google. Y las tendencias en las redes sociales van a apuntar todas para el mismo lado.
Ganó Cristina Kirchner sin hacer nada. El presidente de Boca se transformó en el mejor aliado del Gobierno en épocas de buenas migas entre Macri y la Casa Rosada. La duda está en el aire y la pregunta se escribe sola: ¿fue una movida ingenua o la política metió la cola en la interna xeneize?