Por: Lucas Delfino
Los municipios han recobrado, a escala mundial, la preponderancia que los caracterizó durante gran parte de las décadas pasadas. La ciudad, como actor clave, como contacto inicial con el vecino, se vislumbra como el primer ladrillo de la democracia en un país tan heterogéneo como el nuestro.
Mientras el mundo avanzaba hacia organizaciones locales descentralizadas, en busca de mayores niveles de autonomía, de transparencia, de solidaridad y cercanía con la gente, Argentina iba quedando presa de una lógica centralista que no dejó más que situaciones alarmantes en muchos distritos.
A partir de diciembre, con la llegada del nuevo Gobierno, esto comenzó a cambiar. Los municipios empezaron a tener un rol protagónico.
Cuando asumí este desafío, el de gestionar y articular trabajo codo a codo con los más de 2.200 municipios de todo el país, me di cuenta de la grave situación que se venía dando: una relación tóxica entre nación y municipios, donde intendentes amigos fueron beneficiados e intendentes opositores, castigados. Al recibir o visitar a gran parte de ellos, sin esta lógica y despojado de un visión partidaria, me encuentro día a día con la grata sorpresa de estos dirigentes.
Han pasando los primeros cien días de una nueva gestión y ya se vislumbra el cambio, una Argentina federal e integrada empieza a echar raíces. Otra forma de gobernar ya está entre nosotros. Por decisión de nuestro Presidente, convocamos por primera vez en la historia a todos los intendentes de las ciudades capitales, independientemente de su color político, porque estamos convencidos de que los problemas de los argentinos no tienen ideología. Ser parte de eso, para mí, un joven en la política, no sólo significa una reafirmación de sentirme parte de este espacio, sino también una conquista de todos los argentinos.
Devolverles a los municipios la importancia gubernamental no solamente radica en la injerencia de los servicios que pueda prestar a la comunidad, sino también en dar de vuelta al ciudadano la importancia de participar, de estar dentro, de ser parte del cambio.
Estoy convencido de que una política sin planificación tiene un destino incierto. Pero también una política planificada sin consenso ni apoyo carece de fuerza. Y sin fuerza, el cambio que queremos es imposible de concretar. Por eso, nuestro desafío principal es devolverle a cada ciudad su preponderancia, a cada intendente, la posibilidad de trabajar acompañado y a cada vecino, su rol protagónico y participativo en búsqueda de que su ciudad crezca y mejore.