Por: Lucas Delfino
Ciudades como Brasilia, Dubái y, sin irnos tan lejos, La Plata, son urbanizaciones planificadas, porque nacieron donde no había nada, producto de una decisión político-administrativa. Crear ciudades con un plan de diseño, planificación, ejecución y seguimiento urbanístico ajustado a las necesidades de dicho entorno es un ideal pocas veces posible de realizar.
En general, la realidad es bastante más compleja. La gran mayoría de nosotros nacimos en ciudades que se fueron desarrollando de una forma disfuncional, con nula planificación, que se convirtieron en localidades desorganizadas, con problemáticas que contemplan cuestiones financieras, cambio climático, transporte, vivienda, residuos, inseguridad, etcétera. En este sentido, un mapeo de las grandes problemáticas urbanas de nuestra región nos muestra que el 25% de las personas vive en asentamientos informales; se trata menos del 20% de las descargas cloacales; la inseguridad es una constante y nuestras ciudades son las responsables del 80% del dióxido de carbono.
Nuestro Presidente tuvo el compromiso, desde el primer día de su gestión, de trabajar hacia la meta de 100% agua, 75% cloacas y más y mejor acceso a la vivienda. Decididos a alcanzar este objetivo, como piso básico para construir una sociedad más equitativa, desde la Secretaría de Asuntos Municipales impulsamos la iniciativa de generar ciudades planificadas y sostenibles, combatir los problemas de hoy con una visión de largo plazo que traiga soluciones concretas, definitivas y no paliativas.
Un mes atrás tuve la suerte de visitar la ciudad de Esquel, Chubut y conocer a su flamante intendente, Sergio Ongarato. Por mi trabajo como subsecretario de Asuntos Municipales, mis encuentros con intendentes son constantes y la realidad de sus municipios determina la prioridad de sus demandas. En esta oportunidad me sorprendió gratamente este intendente del sur, que cuando me recibió me expuso la planificación urbanística que, junto a su equipo, había desarrollado para la ciudad. Lejos de buscar la satisfacción de necesidades inmediatas y de tomar medidas cortoplacistas, este municipio optó por un plan de crecimiento ordenado basado en el apoyo al campo, la producción, el desarrollo de la actividad forestal y turística, teniendo al vecino como actor protagonista.
Ejecutar semejante planificación implica no sólo prever el crecimiento de la mancha urbana, que en la mayoría de los lugares es caótico, sino también los macrotrazados viales, el diseño de la ruta de acceso y la avenida de ingreso a la ciudad. Todo ello contemplando la ubicación de plazas, escuelas, edificios de seguridad, equipamiento comercial y lo que necesita una ciudad para desarrollarse de forma equilibrada y sustentable, según las necesidades de sus ciudadanos. Es un hecho que este intendente no podrá concretar este plan en una gestión y tal vez tampoco en dos, en caso de ser reelecto. He aquí un cambio de lógica política: apostar a futuro, avanzar hacia cambios estructurales y dejar de lado el rédito de la política cosmética teniendo como único objetivo la próxima elección.
Promover ciudades sustentables e inteligentes, cuyo desarrollo contemple el crecimiento urbanístico y la calidad de vida tanto de quienes las habitan así como de próximas generaciones, requiere un cambio de paradigma, una evolución del razonamiento de quienes tienen la enorme responsabilidad de dirigir sus localidades. Debemos abandonar la idea de que los intendentes son administradores de pobreza o meros pagadores de sueldos; con creatividad, mucho trabajo y las cuentas en orden no hay municipios inviables.
Desde el Estado nacional vamos a reconocer las buenas gestiones locales, independientemente del color partidario, para romper con la práctica política de los últimos años, donde las peores gestiones eran las que mayores réditos obtenían.
Las ciudades en las cuales merecemos vivir no pueden ser creadas desde cero, sino que tenemos la doble tarea de transformarlas y refundarlas. Replanificar nuestras ciudades requiere estar atentos a los errores del pasado, pero con una visión a futuro. Es discutir el futuro urbano del espacio que habitamos, es pensar en forma holística a 50 años, es construir un lugar mejor del que heredamos, es dejar de lado las mezquindades políticas, es ser artífices de cómo queremos vivir.