Otra vez mi amigo Juan es el que me inspira para esta columna. El mismo que trabaja en la panadería, la que supo fundar su padre, desde las 3 de la mañana hasta que las obligaciones de su día decidan que él ha terminado. Allí sentado en el escritorio en donde hace números me dijo que se sentía muy cansado. Y me enumeró: me cansa que me digan que no pasa nada; que no hay muertos en el futbol; que la gente corre desesperada a buscar pesos porque los prefiere al dólar; que la inseguridad es una sensación y que no es cierto que en 6 meses ya mataron a 18 policías. Me cansa que me digan que la inflación es del 8 por ciento en el año y que es un error de la percepción de mi billetera que la nafta, la leche y la harina aumentaron 25% en ese mismo tiempo. Me cansa que me digan opositor pagado por "Corpo" cuando pregunto. Cualquier cosa. Cuando pregunto, no con ánimo narcisista de creerme el dueño de la consulta iluminada, rodeado de los que solamente yo decido que también tienen derecho a preguntar, sino con legítima curiosidad ciudadana de querer saber de qué se trata. Soy facho o falseo la verdad porque inquiero si los fondos del ANSES no podrían ir a parar a necesarios y bienvenidos créditos para las viviendas y además (dice además) a compensar a los jubilados que, como tus viejos o los míos, trabajaron toda su vida y los consideran con 1687 pesos por mes. Me cansa que no se pueda decir que 7 de cada 10 jubilados reciben eso, que no tienen mucho tiempo para esperar que el Estado pueda recuperar los fondos que se usan para cientos de fines que no son devolverles lo que ellos juntaron laburando y da fastidio escuchar que peor estaban en los noventa cuando ganaban 150 pesos. Me cansa que me expliquen que si movilizo cortando rutas y calles para apoyar a los inquilinos del poder de turno soy la nueva generación que se incorporó a la política pero si me quejo en Santa Fe y Callao soy un burgués sedicioso. Es cierto que también me cansa que si corto la calle con cacerolas "me manifiesto" pero si la corto porque no entra la ambulancia en la villa mancillo derechos inalienables. Cansa que pegarle a un periodista, siempre, siempre, no sea un delito. Me cansa que un club dueño de la tribuna donde masacraron a un pibe de 21 años se sienta ofendido porque un fiscal valiente los acusa de cómplices de la violencia y pide sanciones. Me cansa que ese mismo fiscal se tenga que bancar que una entidad deportiva lo amenace con un juicio por calumnias. Me cansa que los otros presidentes de los clubes, que la AFA, que los colegas fiscales del valiente que denuncia, no se pongan públicamente y a los gritos en la misma vereda del que pide justicia y se escondan en cobarde silencio o en tácita connivencia. Me cansa que los verdaderos hinchas que aman su camiseta no se den cuenta que no hacer nada es escupir al cielo. Me cansa que sea nacional y popular impedirle a quien trabaja dignamente en el país poder ahorrar en dólares porque hay que pagarles a los acreedores extranjeros con esos mismos dólares. Me cansa que de entre los que deberían poder dar alguna alternativa ahora reaparezca luminoso a explicarme cómo son las cosas el mismo que inventó en uno a uno el corralito y el corralón. Me cansa que jueguen a la despenalización del consumo de drogas para uso personal como si estuvieran en Amsterdam y no en la tierra en donde el padre Pepe Di Paola cuenta en primera persona verdadera que la gran mayoría de los pibes que se drogan lo hacen porque no quieren ver el pobre horizonte que su país les muestra. Me cansan las bocas llenas de expresiones que dicen que este país se salva con educación y no se enteren de que casi nadie quiere ser maestro por la miseria que se gana, algo menos indigna después de 25 años de antigüedad por la que hay que pagar impuesto a las ganancias. Me cansa que los dirigentes sindicales jueguen a ser aliados del poder de turno antes que de los trabajadores de jornada completa. Me cansa que me discurseen. Que me sermoneen o que me reten como en la primaria. De un lado y del otro. Cansa que si tienen que explicar mucho blanco es porque, de verdad, se entiende negro. En realidad, me dijo Juan, es raro que no se den cuenta de que lo que más cansa es que cada 10 años juguemos con los ciudadanos de a pie de este bendito país. Esos argentinos de esperanzas módicas que apenas quieren tener un horizonte. Menos mezquino, incierto y lábil. Pero que nos deje hacer planes a futuro. Cansa no poder hacer proyectos porque para eso hay que pensar en la próxima generación y no en la siguiente elección. Nadie pide un escenario de iluminados con "decisiones épicas" que hagan la historia por nosotros. Sólo que nos dejen proyectarla con nuestros humildes deseos. Sin dudas, cansa sentir que algunos, parece, juegan a arrebatarnos ese elemental derecho.