Un auto industria totalmente nacional, de los más vendidos en el país por su valor económico, pasa por delante del predio de Tecnópolis y su conductor saca la mano por la ventanilla. El dedo medio en alto y el insulto son demasiado ostensibles en la tarde del domingo pasado. El coche que viene detrás se suma con bocinazos. Pero no de apoyo. La catarata de maldiciones de la mujer de ese vehículo va desde el recuerdo de la madre del otro hasta la promesa de romperle la cara. En menos de dos minutos, en plena avenida General Paz, se arma una tribuna rodante de autos circulando a paso de hombre que encuentra a decenas de conductores y acompañantes "haciendo política" con consignas de guerra que van desde "gorila, facho de m… la tenés adentro" a "te queda poco, zurdo hdp, andá a vivir a Venezuela". Este relato de una amiga es absolutamente fidedigno. Quien lo recrea se pregunta qué pasó para que hasta frente a una estupenda muestra del avance tecnológico como la que se ve en Villa Martelli no haya lugar para otra cosa que no sea el enfrentamiento. ¿Hasta la física, la ingeniería y la química tienen que ser analizadas desde el prisma ideológico hoy día? La respuesta es sí. Hoy todo es blanco o negro. Kirchnerismo o antikirchnerismo. Oligarca o progre. Cadena del miedo o cadena oficial. Y en el medio, ¿nada? Es cierto que a los tibios se los vomita hasta en las Sagradas Escrituras pero la expulsión de ese paraíso está sólo reservada para los que renieguen de un principio básico fundacional. Si la religión, por definición dogmática, admite la duda, el cuestionamiento, la pregunta, cómo no en un sistema político de hombres y mujeres. Por estos días, parece que en estas pampas el Código de "estás conmigo o en mi contra" es más rígido que la Sharia ortodoxa. Y eso torna imposible cualquier horizonte civilizado. En una República sólo deberían ser "echados" de la consideración los que no defiendan el sistema. Los que renieguen de un gobierno democrático (cualquiera sea, de ayer y de hoy), de la elección popular transparente y periódica. A ellos, nada. Pero el resto, y según la misma base de esa democracia, merece la aceptación respetuosa sabiendo, sí, del predominio de la mayoría pero con el respeto de las minorías. Aún con las menos cuantiosas. Pregunto otra vez: en el medio, ¿nada? No: Mucho. Hay mucho. Hay muchos que pueden recordar el abismo de la cuasi pulverización del país del 2001 por ausencia de poder pero que creen que la reconstrucción no es a base de la concentración total y unipersonal de todas las cosas. Hay muchos que recuerdan y aborrecen la máquina remarcadora de los precios de la hiperinflación que sumaba costo minuto a minuto y que no se bancan que juguemos al relato de un dígito en los aumentos del supermercado. Hay muchos que padecen en carne propia la inseguridad por derecha e izquierda sumando al dulce de leche, al colectivo y a la picana como inventos argentinos las “salideras”, las “entraderas” y las “liquidaciones totales por robo”. Hay muchos que se hartaron de ver construir a base de monólogos del desprecio del otro y, si es posible, de su silencio y también se cansaron del otro estruendoso silencio. De quienes deberían representar el pensamiento de los que no tienen hoy el poder y no aparecen ni cuando la Ciudad se queda sin subte o se llena de basura para aportar una idea distinta. Una sola, al menos. Hay muchos, por fin, que pueden visitar Tecnópolis sin insultar a los que allí crean ciencia ni tampoco maldecir su propia inteligencia y su libertad de seguir pensando distinto. Y decirlo.