La corrieron con su propia medicina

Luis Novaresio

Después de ayer el gobierno nacional no puede hacerse el distraído y apelar solamente al juego del dirigente ofendido y engañado como única respuesta a lo ocurrido en las calles argentinas. Aunque lo haya negado, con este primer paro nacional que sufre, la Presidente fue corrida del centro que le permitía monopolizar la agenda política y, para ello, sufrió las consecuencias del uso de herramientas que ella describió como condenables amenazas, las mismas que desde hace mucho tiempo fueron avaladas por su modo de hacer política. La impactante huelga en centros urbanos con piquetes del día de ayer fue un típico modo de acción directa del sindicalismo peronista argentino que no escatimó el uso de herramientas siempre amparadas para el kirchenrismo a la hora de hacerse visible.

Enhorabuena que el Gobierno rechace la patoteada. Pero en él es a destiempo. Los piquetes son criticables cuando los hace la Corriente Clasista y Combativa y Unidos y Organizados. Pablo Micheli o Luis D’Elía. Cuando se bloquea la salida de un diario (aunque no sea riguroso en lo periodístico o no me guste) o cuando se cruzan camiones en la entrada de un supermercado para sumar afiliados a un  gremio entonces amigo. Cuando se coincide con las políticas K o cuando es en disenso.

Ni los propios sindicalistas del oficialismo pudieron negar legitimidad a lo que se reclamaba. Que un trabajador soltero pague impuesto a las ganancias porque osa ganar más de 5700 pesos, que las asignaciones familiares no se actualicen desde hace más de un año y sin horizonte cierto de modificación en el futuro y que las jubilaciones de 7 de cada 10 argentinos no lleguen a los 2000 pesos son banderas indiscutibles. Muy fuertes para quien se dice peronista. Muy por izquierda para quien invoca ese lugar.

Cristina Fernández deberá pedirle explicaciones a sus locuaces asesores económicos que se sienten dueños del progresismo vernáculo para entender cómo la encerraron en tamaño conservadurismo dada su evidente complicación de caja y generar que este problema le estalle de esta forma. Y, sobre todo, para que le entregue este argumento de pelea a Hugo Moyano y a su variopinto nuevo conjunto de convocantes a la medida. Es cierto que es rara la foto de ayer (azuzada, pongámosle, por algún medio que juega otra partida distinta y se aprovecha) que encuadra al camionero al lado de los gremialistas que se ubican tan a la derecha como la pared se los permite flanqueados de dirigentes trostkistas que reivindican en su quehacer cotidiano el conflicto permanente. Fue curioso observar la mano derecha paternal del presidente de Federación Agraria Eduardo Buzzi sobre el hombro del mismo Moyano que no hace mucho enviaba a sus muchachos a “contrapiquetear” a lo malevo lo que Cristina definía como los cortes de la abundancia. Tan raro como observar al gobierno nacional y popular sentado a la mesa, sonriente y sin prejuicio, con los “gordos” eternizados en el  sindicalismo como el mercantil Cavalieri o el luzyfuercista Lescano. ¿La Kámpora se siente representada por esos representantes de los trabajadores?

Preocupa que la única reacción oficial haya sido más psicológica que política. El reclamo no es personal ni pretende, en su enorme mayoría, erosionar el inquebrantable derecho de un gobierno a cumplir su mandato. Supone discutir una parte individual de una política económica para la que no hay respuesta y que es razonable. Ampararse en el legítimo 55% de votos obtenidos hace un año para no cambiar ni una coma de lo que se hace es dogmatizar el juego natural de una república. Nadie cuestiona esos 11 millones de votos. Se discuten las asignaciones familiares y el impuesto a las ganancias. ¿Se puede? El modelo revalidado en octubre pasado, ¿está preparado para algún disenso? Hasta ahora, ni en los órganos institucionales como el Congreso que no admite mover una coma de la voluntad oficial ni en la calle que sólo ve conspiradores en el paro de ayer, parece que no.