Paro de subtes: la culpa es del Nacional Buenos Aires

Luis Novaresio

El rector del Colegio Nacional Buenos Aires tiene la chance de dar el puntapié para iniciar un cambio cultural entre nosotros. En medio de tanta cháchara de pretendidos comandantes rebeldes que proclaman utopías revolucionarias y comparan con caranchos a los jubilados que penan desde hace años para cobrar algo más que 1900 pesos o a los que condenan porque hay quien protesta por pagar impuesto a las ganancias si se gana menos de 6000 pesos al mes, este profesor de matemática y astronomía a cargo de la escuela porteña puede dar un pequeño paso personal que implique un enorme tranco para la Argentina de hoy: hacer cumplir la ley.

Contar la historia de la “vuelta olímpica” del Nacional Buenos Aires ya resulta tedioso por lo repetido. Cada uno de los alumnos que ingresó a ese establecimiento firmó con su padre, madre o tutor que ese “festejo” estaba prohibido. Y que la consecuencia de transgredir la norma es perder la condición de regular debiendo rendir todos los exámenes de todas las materias (Art. Nº 14 del Reglamento Interno del Colegio, Resolución del Consejo Superior Nº 2491/1999). Desde los romanos hasta acá, nadie puede alegar su propia torpeza, máxime cuando la violación de la norma no es por ignorancia sino por deliberada intención de hacerlo.

Los 55 chicos que están libres en este año sabían que no podían hacer la vuelta olímpica. Sus padres lo sabían. Todos nosotros lo sabíamos ametrallados por los medios de comunicación que hicimos vivisección del tema como si se tratara del componente principal del “ser nacional”. Nadie, por las dudas, quiere quitarles el “derecho a la alegría” por el objetivo académico alcanzado. Se trata de considerar que la “vuelta” no es adecuada en el Colegio. Alguna vez, como mirada colateral, habrá que pensar por qué festejar es entre nosotros siempre hacerlo a los gritos, con pirotecnia prohibida y con posibilidad de destrozo de las cosas públicas.

¿Entonces? Entonces, que un grupo de papás de esos chicos que ya son considerados adultos a la hora de elegir presidente reclaman que es muy dura la sanción aplicada por el Rector y que, pobrecitos, merecen la posibilidad de ser indultados “en comunidad”. No hay metáfora. Porque los progenitores no están solos. Un conjunto de docentes acompaña el pedido y clama que el “Comité de convivencia” (sic) del Nacional se reúna y vote “democráticamente” si violar una norma y bancarse la sanción está bien o si en todo caso hay que mitigar semejante yugo.

Si el profesor Zorzoli admite tan particular idea las consecuencias de ese acto tendrán impacto mucho más allá del mítico edificio de la calle Bolívar. Si se acepta que en una escuela, lugar de aprendizaje no sólo de la regla de tres simple y del pretérito imperfecto sino del respeto de las normas de convivencia en sociedad que postulan derechos pero que no lesionen intereses de terceros, se puede incumplir grosera y deliberadamente algo razonable y aceptado previamente, el símbolo es inmenso. Nadie podrá, por ejemplo, reclamarle a los que con reiteración dejan a pie a un millón de ciudadanos que quieren moverse en subte que su protesta es válida pero inadecuada. Que los metrodelegados tienen parte de la razón en lo que dicen es indudable. Pero que para defenderla usen sin límite el paro que sólo perjudica a los usuarios les resta autoridad. Sin contar, que quien trabaja en un servicio público esencial (lo es, no embromemos con chicanas innecesarias) sabe de antemano como los pibes del Nacional con la “vuelta olímpica”, que la norma no admite abusar de las medidas de fuerza. Ser empleado de un servicio tal trae algunas contras (como éste) pero muchos pros (como montos de sueldos, estabilidades, horarios reducidos, etc, etc, etc)

Por si fuera poco, ni Macri, ni los dueños de Metrovías ni el ministro Randazzo usan el subte. No mirar la consecuencia de los actos propios (lo que implica el paro) es egoísmo e indiferencia.

En suma. La escuela de Zorzoli puede por estos días enseñar que la norma razonable está para ser cumplida, que no es democracia sino demagogia un acto “popular” que lleve al indulto colectivo y que si un pibe a los 15 o 16 no tiene límite razonable para saber que no es malo asumir las consecuencias de un acto errado, el paro escalonado del subte va ser para largo y, cómo no, hasta que el más fuerte decida que debe seguir.