
Por: Luis Novaresio
Resulta que por estos tiempos tiene menos consecuencias decir que una ciudad puede ser destrozada a la vista de todos por “infiltrados” que afirmar que es una hipocresía el debate sobre el sueldo docente en medio del enésimo paro del gremio en el inicio de las clases.
El radical, ex “cobista”, filo “macrista y massista” (sic) intendente de Junín ha encontrado como todo remedio para explicar la ola de asaltos de su ciudad y la devastadora actitud destructiva de algunos pobladores, la notable expresión “hubo infiltrados”. ¿Alcanza? Claro que no. ¿Trae consecuencias? Ninguna en serio. A no ser alguna reacción con visos de temor del fiscal del lugar, lo que se ha impuesto es la pirotecnia verbal entre el gobierno nacional y el provincial que osa no alinearse con aquel a pie juntillas y que no resuelve los dos problemas esenciales: que haya “infiltrados” a la luz del día y que ellos puedan actuar rompiendo todo lo que se interpone con su voluntad.
Si fuera cierto lo que dice Mario Meoni, no deberían darle los pies para correr y pedir asistencia de un fiscal (¿federal por rozar el ilícito que atenta contra el orden republicano?) y sentarse en la antesala del despacho de la ministra de Seguridad nacional para advertirle del desatino. No estaría mal que la propia funcionaria del Poder Ejecutivo actuase de oficio. Hasta ahora, ni una palabra se ha escuchado de boca de Nilda Garré. Se ve que las grabaciones de vándalos destruyendo con bombas molotov y los nombres de conocidos “militantes” paraoficialistas que las portaban no atentan contra el concepto de seguridad que la señora secretaria de Estado debería defender. A menos que se considere como “natural” que se haga política apaleando a los que piensan distinto. Todo ha quedado en manos del verdadero ministro Sergio Berni que, al menos, le pone el cuerpo (y para algunos el exceso verbal) a estos acontecimientos.
Si en cambio el intendente no dice la verdad, el peso de la ley debería caberle al representante inmediato de la gente de un pueblo que jugaría así a hacer política con la desesperación ante la muerte injusta de una chica de 17 años.
El caso es que, de verdad y de fondo, no pasa nada. Incendiar propiedades de una ciudad o “incendiar” el clima político de un adversario es admisible. Porque no es lo único que se escucha y se ve. El dirigente social Raúl Castells asegura que en su agrupación se han armado en el mercado ilegal (?) en defensa propia y su ex esposa cuenta que en sus barrios hay miedo. “Si vos no sos kirchnerista te morís de hambre”, dio Nina Pelozo. Para combatir el temor, dice ella textual, “los kirchneristas tienen armas, si algo pasa ya sabemos quién fue. La gente en los barrios está armada desde hace rato”. ¿Reacción? ¿Citaciones judiciales, comparencias de funcionarios en esos barrios? Nada. Veremos, en todo caso, si se puede jugar a la política para pasar alguna factura al eventual oponente en las elecciones que viene.
Donde la reacción es implacable y feroz es en el caso de los docentes. Allí sí que no se ahorran tomas de medidas, amenazas de conciliaciones obligatorias y expeditivos descuentos para los que faltan. Un gobierno, el que sea, ofrece a sus maestros un sueldo de 3400 pesos por mes. Un poco más de 100 pesos al día si se multiplica por 30 corridos o 150 si se toman los 22 hábiles de un mes.
Me resisto a sumarme al disparatado concepto de que un maestro trabaja 4 horas por día y que tiene 3 meses de vacaciones. Que lo haya dicho la Presidente o los representantes del Gobernador Scioli es más agraviante porque sólo puede afirmar semejante disparate el que nunca estuvo frente a un aula enseñando la tabla del 9, sujeto, verbo y predicado, despiojando y dando de comer a 40 chicos por curso y conteniéndolos ante el desamparo general propio de la edad y de nuestros tiempos. Se siente profunda vergüenza cuando un funcionario insiste con eso.
En todo caso, si así fuera, habría que recordarle a todos los que en campaña prometen dedicarse a la educación, “pilar del futuro del país” y no sé cuánta cháchara más, que creer que el sostén de esa columna merece algo así como 30 pesos la hora (si se consideraran 4 de trabajo) o escasos 20 mangos (si se pensase en no menos de 7 que compromete un docente en serio). Es, a más de un contrasentido, toda una definición de lo que de verdad vale para ellos la enseñanza.
¿Que no se puede más? Quizá si echaran mano a la creatividad que tienen para evadir los problemas de los “infiltrados”, de la inseguridad y de las injustificadas muertes de todos los días, encontrarían alguna solución. Es cierto. Para eso, hace falta tener ganas de transformar las cosas en serio.