Por: Luis Novaresio
Hacía tiempo que no se veía una cachetazo político como el que recibió Carlos Kunkel. Debe haberle dolido más que el que le propinó Graciela Camaño. Ya se sabe: el golpe de un amigo siempre se recibe con sabor a traición amarga. Porque no se espera.
El gobierno nacional, en boca de su ministro Jorge Capitanich, le dio la espalda a uno de los más fieles defensores del kirchnerismo cuando dijo que no es idea de Cristina el reglamentar los piquetes. Traducido al castellano llano, ni Kunkel, ni Diana Conti ni Sandra Mendoza merecen un respaldo de ocasión, como para salvar las apariencias. Raro en un gobierno que es capaz de sostener al multi investigado Amado Boodou o al vice secretario legal y técnico de la nación que no ve injurioso para la república llamar a un juez federal para que detenga un allanamiento en las oficinas de un amigo.
Kunkel pasa a integrar el lote de los seducidos y abandonados integrado, entre otros, por Martín Insaurralde que en medio de la campaña electoral osó pensar que la edad de imputabilidad penal debía ser revisada. Se ve que el kirchnerismo (¿la política en general?) tiene como norma que la fidelidad siempre cede ante la necesidad. Que el fin justifica los medios, en suma.
El kirchnerismo dijo que no quiere quedar pegado a un proyecto que “criminaliza” el reclamo social con piquetes porque discrimina entre protestas legitimas e ilegítimas, arrogándose así el Estado el derecho a decir cuándo se puede protestar y cuándo no. Semejante achaque es falso. Por ignorancia o, directamente, por mala leche.
Puede haber pasado que el gobierno y sus obsecuentes (de turno) no hayan leído el texto del proyecto. Eso ocurre muy seguido. El diseño de ley jamás discute el origen de la protesta. Nunca califica si una o un grupo de personas puede reclamar por cuestiones laborales, sociales o políticas. La calificación de legítima o ilegítima deviene en el modo de hacer esa protesta. Si no se preavisa y no se deja una via alternativa de circulación entonces es ilegitima. Es falso que se cuestione el porqué del reclamo. Se trata de reglamentar el cómo de la misma.
¿Está tan mal proponer que si hay una manifestación el resto de los ciudadanos que no participan de ella sepan de antemano que eso va a ocurrir? ¿Es violatorio de la dignidad humana proponer que si hay corte de calles o rutas se garanticen canales de circulación para que el resto pueda transitar? ¿Es demoníaco creer que si nadie avisa, nadie deja pasar, se negocie con un tope de dos horas y luego se use la fuerza pública moderada para liberar algún carril de tránsito? ¿No fue esto lo que pidió la propia presidente cuando inauguró las sesiones en el Congreso hace apenas un mes y medio? ¿No es hora de pensar que cortar una ruta, medida ilegítima y bochornosa siempre, no tiene el mismo sustrato social hoy que en 2001 o 2002?
Eso dice el proyecto. Hay mucho para mejorar es cierto. Pero criticarlo, desnaturalizarlo, tildarlo de indigno es no haberlo leído. O, peor, tener mala fe para jugar a la demagogia de creerse progre (sobre todo si se es funcionario que viaja más en avión o helicóptero que en auto por las rutas y calles paganas) y anatematizar al que osa pensar que el derecho a la libre circulación debe ser merituado aún cuando haya derecho a la protesta.
Carlos Kunkel no se merece semejante desplante. Y lo dice alguien bastante gorila que no coincide en mucho, en muchísimo, con lo que él sostiene. Creo que sí compartimos con este diputado kirchnerista que ha puesto las manos en el fuego por este gobierno con obcecación y sin discriminación, que no hay peor ingratitud que la traición de los propios. De los de enfrente, uno no espera nada. Pero de los mismo palo al menos se les reclama, si no el apoyo, un recatado silencio y no un ficticio y sobreactuado gesto propio de Brutus.